domingo, 8 de junio de 2014

Que puedan, por el bien de todos

El Diario, medio digital que remó a favor de IU durante la campaña de las Elecciones Europeas de 2014, ha publicado hoy un artículo titulado Podemos toma forma enAndalucía y que como subtítulo añade: Los círculos celebran su primer encuentro en busca de respuestas desde la base ¿cómo organizarse? ¿cómo comunicar? ¿cómo hacer política?

El llevar en movimientos sociales desde los 17 años, no ser especialmente tonto, y gustarme analizar los sistemas y sus metadiscursos, me lleva a no ver mucha diferencia entre las propuestas que explica la europarlamentaria Teresa Rodríguez, y los que he visto experimentar a otros grupos en el pasado y que siempre se han estrellado contra la realidad social española.

Con esto no quiero decir ni que no esté de acuerdo con muchos de sus planteamientos, ni que considere absurdo volver a intentarlo. Como nos recuerda la web sabiask.com, cuando Thomas Alva Edison inventó la bombilla, no le salió a la primera, sino que realizó más de mil intentos, hasta el punto de que uno de los discípulos que colaboraba con él en el taller le preguntó si no se desanimaba ante tantos fracasos. y Edison respondió: "¿Fracasos? No sé de qué me hablas. En cada descubrimiento me enteré de un motivo por el cual una bombilla no funcionaba. Ahora ya sé mil maneras de no hacer una bombilla".

Creo que ennoblece intentar que la política sea cuestión de todos, y que todos tengamos la cultura cívica de exigir y practicar nuestra responsabilidad como individuos políticos activos.

Pero lo que percibo es que muchos de los y las activistas de PODEMOS parten del error de creer que antes de a ellos a nadie se les había ocurrido una revolución parecida, que no hay nadie que sepa mil formas de como no construir la bombilla.

Esa suficiencia, me parece, les llega a despreciar a aquellos otros que escarmentados en cabeza propia y ajenas, intentamos alcanzar el mismo objetivo por otras vías.

Y lo que me aterra es que es muy fácil pasar del entusiasmo, del enamoramiento a primera vista, a un odio visceral y un descreimiento furibundo si el experimento no sale bien. En vez de aceptar que en el peor de los casos habrán descubierto otra forma de cómo no construir una bombilla, podrán verse embargados por un nihilismo que ha pavimentado los caminos de los totalitarismos.

Por eso, por el bien de todos, confío en que PODEMOS sea capaz de articular una metodología de trabajo eficaz. Si aciertan, seré el primero en proponerlo en mi Partido. Pero en el caso de que no ocurra, tendrán todo mi cariño por haberlo intentado, y haber descubierto otra forma de no construirlo.

Por cierto, Público, el digital que promocionó a PODEMOS no se hace eco de la noticia, por lo que no tendremos la óptica desde dentro del “aparato”. Lamentable.

jueves, 5 de junio de 2014

Socialismo, Monarquía y República. Mi visión como militante del PSOE.

Suelo explicar el pacto constitucional de 1978 como la renuncia de unos y otros a cuestiones importantes, e incluso claves, de los tres grandes grupos políticos que finalmente lo suscribieron. Para alcanzarlo, y una vez claro que todos defendían un modelo democrático de corte europeo, la izquierda debió aceptar la libertad de empresa, la propiedad privada, el derecho a la herencia y la monarquía. Por su parte, la derecha debió aceptar el derecho a huelga, la libertad sindical, la negociación colectiva y la financiación mediante una política fiscal progresiva, con impuestos directos incluidos, de un Estado de Bienestar, casi embrionario en los años 70.

Pero ese pacto, gravemente incumplido por la derecha y por la izquierda al PSOE, unos tratando por la vía de los hechos alterar el espíritu del pacto, otros rechazándolos como si con ellos no fuera la cosa, ha saltado por los aires de forma intencionada y controlada por una derecha neoliberal que consiguió para hacerlo una mayoría absolutísima en 2011.

La eliminación de la ultraactividad de los Convenios Colectivos, un hecho en que la mayoría de los y las ciudadanos no han reparado ni dado la suficiente importancia, ha destruido realmente la negociación colectiva, al convertirla en el paraguas tan solo de pequeños colectivos de trabajadores.

El encarcelamiento de ciudadanos por participar en piquetes informativos, ha sido la contribución combinada de la fiscalía y la derecha judicial a dicha dinamitación que en la práctica reduce fuertemente el derecho a huelga.

Por su parte, la libertad sindical está siendo socavada fuertemente por la derecha mediática y política, aprovechando los escándalos en los que se han visto involucradas algunas organizaciones sindicales de clase.

Y en relación al Estado del Bienestar, la política de ajuste y la bajada de impuesto ha sido la llave maestra para derribar sin pudor el Estado de Bienestar, aderezada con la Reforma Local, la modificación del Código Penal, las multas administrativas, etc.

Por ello, de aquel pacto constitucional sólo va quedando lo defendido por la derecha social-política en 1978: la propiedad privada, la libertad de empresa, la herencia, la monarquía y el Concordato.

De ahí mi convicción de que el PSOE debe sentirse emocionalmente liberado de cualquier compromiso adquirido, y debe volver a poner sobre la mesa sus demandas históricas, tanto las incluidas en nuestra Constitución como aquellas que quedaron fuera por mor del pacto.

Soy consciente que esto es muy complicado, no sólo intelectual sino también emocionalmente, para la dirigencia socialista que pilotó la transición. Sobre todo para compañeros como Felipe González, que demuestra conocer menos la sociedad española de hoy, de lo que demostró conocerla el compañero Rodolfo Llopis en 1970, durante el Congreso de Toulouse.

Por eso es necesaria una intensa regeneración en todos los niveles del Partido, además de un debate sosegado, pero sin líneas rojas, sobre cual debe ser nuestro posicionamiento. Y por supuesto no sobre la base exclusiva de referéndum sobre la monarquía.

Como ya he dicho con anterioridad, la República se inserta en el orden de lo moral, no de lo material: el principio de no ser gobernados por nadie a quien no hayamos tenido la oportunidad de elegir. Si renunciar a dicho principio moral fue útil alguna vez en el plano material (consolidar la democracia, asegurar derechos básicos, el Estado del Bienestar, etc.) hoy se ha convertido en parte de la estrategia para los que quieren arrebatarle a la sociedad todo lo conseguido.

Hay que ir hacia una reforma constitucional profunda, donde la monarquía será sin duda una de las cuestiones más emocionales en el plano moral, pero menos importantes en el plano material.

Lo que en definitiva algunos llaman un proceso constituyente, porque la sociedad española es tan fanática de los nombres como alérgica con las responsabilidades propias, que debe incluir, según mi opinión, la regla de diamante, defendida por la catedrática de derecho constitucional Rosario Valpuesta (que entre otras cosas supone que las conquistas que en el ámbito de los derechos sociales se han alcanzado no pueden ser derogadas o reformadas en términos que impliquen un retroceso, hasta el punto de que una ley que elimine, recorte o limite derechos sociales pueda ser declarada inconstitucional), la opción de la república presidencialista en contra de la tradición española de una república parlamentaria (esto es, si la elección del presidente es directa por parte del pueblo, o por las Cortes por delegación), la necesidad de dos cámaras, una el Congreso de los y las Diputadas y la otra un Consejo Económico y Social con competencias legislativas, la completa federalización de la Nación, la inclusión de cláusulas de incorporación o secesión a la federación española y la elección popular del Consejo General del Poder Judicial, entre otras muchas cuestiones.

Soy consciente que en el arrebato místico que sufren capas importantes de nuestra sociedad, cualquier llamada a la sensatez, la reflexión y la cordura está llamada a fracasar. Aún así, creo como Besteiro que socialismo es inteligencia, no misticismo, y por ello no renuncio a predicar, aunque sea en el desierto.

miércoles, 4 de junio de 2014

La República como tótem mágico

¿Es posible, desde un republicanismo pertinaz, imponer un poco de cordura al sarampión republicano que estos días sacude nuestra Nación?

En un torrente atropellado de argumentos, emociones e instintos, como los que estamos viendo actualmente, muchos ciudadanos han abrazado la causa republicana como si de un bote salvavidas se tratase.

Repúblicas las hay de todos los pelajes: totalitarias, teocráticas, hereditarias y democráticas. Repúblicas que han abrazado la causa neoliberal, también: desde las mediterráneas como Portugal, Italia y Grecia, hasta sudamericanas, como Chile, Brasil o Mexico, pasando por las norteamericanas, coreanas e indonesias.

Me temo que, una vez más, el ideal republicano está siendo secuestrado por un fervor místico, cual tótem mágico, y con cuyo sólo nombre la tierra se convertirá en el paraíso de la humanidad. Pero esto pasó no hace demasiado tiempo, unas cuantas décadas atrás, donde las palabras tótem eran democracia, libertad, amnistía y autonomía.

La República no se inserta en el orden de lo material, sino en el orden de lo moral. Una república no asegura unos bienes tangibles, como más empleo, mayor seguridad, menos desahucios, etc. sino que nos asegura la dignidad de no ser gobernados por nadie al que no hayamos tenido la oportunidad de elegir.

Posiblemente muchos, pero no todos, al pedir república estos días, consideran innecesario explicar que a lo que aspiran es a una tercera República continuista de la segunda. Pero aún así, no todo lo que trajo la II República fue bueno, además de no haber tenido tiempo de mostrar las miserias en las que derivan los sistemas políticos maduros. Habría que rescatar lo mejor de la República asesinada en 1936 y prevenirnos de lo peor que tuvo.

Pero movidos por la pulsión de la crisis, el hartazgo y la indignación, se pretende tomar el atajo del referendum para llegar a un puerto que nadie conoce, en unas condiciones imposibles de prever y con unas consecuencia que ya se advierten complejas, tanto si la opción republicana fuese derrotada como si fuese elegida por la gran mayoría de la Nación.

La República nos advertía en 1930, un año del advenimiento de la segunda, uno de sus padres, Manuel Azaña, no puede surgir como un mal menor, originado en la podredumbre y corrupción de un régimen, sino como criatura de nuestra energía, fecunda y activa, segura de sí misma.

Pero vemos como, lamentablemente, la admonición de Azaña vuelve a caer en saco roto ochenta años después.

domingo, 1 de junio de 2014

Lo que supone, y nadie dice, #1militante1voto


Como compartí en el post anterior, mi Agrupación del PSOE, y yo con ella, lleva años apostando por la elección directa de la secretaría general y las primarias abiertas. Pero el debate que se está produciendo en estos momentos no deja de sorprenderme por su simplicidad. Y no sólo por centrarse exclusivamente en la herramienta, es decir, en el como, que también, sino en la falta de diseño global del modelo de partido que subyace bajo la propuesta #1militante1voto.

Reflexionando y debatiendo con amigos y compañeros, tanto en persona como a través de las redes, he recordado a Descartes y su Método, leído hace ya demasiados años, sobre los peligros de construir sobre viejos muros.

Releyéndolo, he encontrado las citas que me interesaban, cuando dice que “Así vemos que los edificio, que un solo arquitecto ha comenzado y rematado, suelen ser más hermosos y mejor ordenados que aquellos otros, que varios han tratado de componer y arreglar, utilizando antiguos muros, construidos para otros fines” pero añadía “Ante cuyo ejemplo, llegué a persuadirme de que no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar un Estado cambiándolo todo, desde los cimientos, y derribándolo para enderezarlo […] Estos grandes cuerpos políticos, es muy difícil levantarlos, una vez que han sido derribados, o aún sostenerlos en pie cuando se tambalean, y sus caídas son necesariamente muy duras”.

En este sentido, los y las militantes deberían tener en cuenta, desde la base hasta la dirigencia, que si se quiere meter el bisturí a nuestro Partido, necesidad que comparto, hay que hacerlo no sólo con prudencia sino también con una visión de conjunto.

Lo primero es aceptar que si bien la elección directa por parte de los y las militantes de la secretaría general es un paso en la buena dirección, este hecho refuerza el carácter presidencialista de nuestro Partido, ya que difícilmente a la legitimidad del voto mayoritario de la militancia se le podrá contraponer el poder de un congreso o un comité por voto delegado.

Por ello, para limitar ese natural e inevitable presidencialismo, y la deriva totalitaria que lleva aparejada, el carácter del Comité debe transformarse, pasando a ser elegido igualmente por votación directa y secreta de la militancia, tal vez por circunscripción regional.

Asimismo, hay que reforzar el Comité de Garantías, elegido por la misma fórmula, para asegurar un efectivo control estatutario del resto de órganos.

Lo segundo a tener en cuenta, es que las primarias abiertas a simpatizante va a genera liderazgos sobrelegitimados (por la suma del voto de militantes –la legitimidad interna-, y de simpatizantes –la legitimidad social-) que exige proteger al Partido, de forma que el contrapoder al candidato sea un poder orgánico vigoroso.
      
El PSOE, una vez más, está innovando, entrando en aguas ignotas y tal vez procelosas, muy por delante de sus adversarios políticos. Y como siempre, esto lleva aparejada una ventaja y un riesgo: si acierta, puede volver a convertirse en la referencia de la izquierda para varias décadas; si yerra, podrá ser su final tras 135 años de historia.

viernes, 30 de mayo de 2014

El falso debate de Madina, Chacón, López y el Aparato.

Desde al menos 2012, los y las militantes del PSOE de San Jerónimo, Sevilla, apoyamos que la elección de todas las secretarías generales de nuestro Partido se realizaran mediante votación directa y secreta de la militancia. Asímismo, desde hace más de dos años, defendemos la necesidad de la celebración de primarias “a la francesa” (es decir, abiertas también a simpatizantes) así como la eliminación de avales. En tal sentido se presentaron enmiendas al 38º Congreso Federal, celebrado en Sevilla.

El debate que se está produciendo estos días, siendo de gran interés, no ocultan un intento de manipulación a favor de intereses concretos de la dirigencia, pero no de la militancia de base.

Porque el orden de factores en este caso (primero Congreso y después primarias o al revés) no afecta al resultado, siempre que se tenga claro que en este nuevo tiempo la secretaría general y la candidatura a la presidencia del gobierno de la Nación no sólo no tiene porqué coincidir, sino que no debe coincidir.

Dentro de la tradición del PSOE la bicefalia siempre se ha contemplado como un escenario negativo, sobre todo tras la elección de Josep Borrell como candidato socialista a la presidencia del gobierno de la Nación, en detrimento de Joaquín Almunia, a la sazón secretario general del PSOE.

Pero esa experiencia y toda nuestra tradición no deben ocultar un hecho evidente: ha sido la supeditación del Partido a los intereses del presidente del gobierno los que nos ha alejado de la esencia socialista de nuestro proyecto y ha permitido casos de corrupción (muchos o pocos, da igual) inaceptables para la tradición ética del socialismo español.

Por ello, es deseable que no coincidan presidencia y secretaría general, de forma que el Partido sea el que controle al gobierno y no al contrario.

Desde esta óptica, lo importante es que Congreso y Primarias se celebren bajo el paradigma de la votación directa de los y las militantes, en el primer caso, y de militantes y simpatizantes, en el segundo caso.

Cualquier otra estrategia podrá beneficiar a un candidato u otro, a unos intereses u otros, pero no al conjunto del Partido ni al ideal socialista que con sus virtudes y sus defectos ha desarrollado el PSOE en sus 135 años de existencia.

martes, 20 de mayo de 2014

Abstención, divino tesoro

Recientemente, el presidente uruguayo José Múgica, respondía en una entrevista de televisión que la izquierda peca de infantil al confundir deseos con realidad. A dicha expresión, que comparto como al parecer comparten decena de miles de personas en nuestro país,  yo le añadiría alguna otra, como su actitud respecto a la abstención.

Cuando escucho o leo algunas opiniones a favor de la abstención desde posiciones de izquierda, que puede tener un sentido lógico dentro del campo del anarquismo, me recuerda a la actitud de ciertos niños que se niegan a comer pensando que con ello fastidian a sus padres, cuando el primer perjudicado es él mismo.

Pensar en la abstención como castigo y en la participación como premio a la clase política supone reconocer implícitamente que la cosa pública no es propiedad de la soberanía nacional sino de la dirigencia política, económica y social de la Nación. En esa posición, se establece un vínculo paradójico, donde la gestión pública es una mercadería más, como un kilo de naranjas, un pantalón o una casa, en la que el ciudadano renuncia a tal condición para transformarse en cliente.

Denunciando el clientelismo, el ciudadano paradójicamente acepta voluntariamente convertirse en un consumidor político, premiando con la compra del producto, esto es, votando, o castigando no adquiriéndolo, es decir, absteniéndose.

Desde que los seres humanos empezaron a interactuar en comunidades políticas se establecieron jerarquías que gobernaban lo comunitario. Pero después de decenas de miles de años, en los últimos cien, doscientos años, hemos sido capaces de obligar al poder a compartirlo, pasando de súbditos a ciudadanos.

En España, tras la irrupción del liberalismo, la lucha por el voto universal ha sido lenta y conflictiva: primero se consiguió el voto censitario, que sólo permitía votar a quienes detentaban propiedades y rentas; luego el voto masculino; y finalmente el voto femenino. Al poder siempre le ha interesado que el ejercicio del voto estuviera limitado, condicionado. Pero finalmente tuvieron que ceder ante el empuje de los procesos democratizadores impulsados desde la izquierda.

No deja de ser una infantilidad pensar que el poder se estremece y convulsiona con una baja participación. Al contrario, el poder se refuerza y consolida si el voto lo ejerce una pequeña fracción de la ciudadanía, previsible y conservadora de sus derechos de clase, ya sea del capital, ya sea de trabajadores con estabilidad e ingresos suficientes. A los únicos que conmociona la baja participación son las y los políticos que no consideran lo público como un patrimonio personal, que creen necesario que la gestión esté lo más compartida posible.

Porque la abstención no es un castigo a la dirigencia de una nación, es el castigo que se auto inflige la ciudadanía, renunciando a uno de los papeles más importantes que en la actualidad disponen las sociedades para impedir al poder la inevitable deriva totalitaria.

En un debate en twitter, alguien recordaba que en una pedanía de León gobierna el PP con una abstención del 97%, con sólo dos voto de los cinco emitidos, dos en blanco y uno nulo. ¿Y alguien se ha conmocionado por dicho hecho? ¿Qué problema supondría que en las elecciones municipales, autonómicas o generales, sólo participara un 10% ó 20% de votantes? Pues realmente no pasaría nada. Durante algún tiempo se hablaría, se especularía sobre el tema. Pero el gobierno elegido con dicha participación tendría toda la fuerza que la Constitución Española otorga al vencedor de unas elecciones.

Y si hay algún desgaste no será del poder, sino de la institución democrática, que inservible será objeto de desguace por lo poderes totalitarios del mercado y  la religión.
      
De ahí mi concepción del abstencionismo no anarquista como un niño mal criado que, enrabietado, no quiere comer y piensa que está fastidiando a sus padres, que observan consternados. Por al menos, ese niño crecerá y comprenderá que su comportamiento era absurdo. El abstencionista no sólo no se da cuenta sino que lo considera una muestra de inteligencia. Lamentablemente.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Ada

Ada Colau manifestó ayer la necesidad de salir de los espacios de coordinación, y dejarde ser la portavoz estatal de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en una carta llena de sentido común y con múltiples visos de sinceridad, en la que se ha sentido obligada a manifestar que no iba a fichar por ningún partido político.

Esta afirmación ha provocado una cascada de manifestaciones en distintos ámbitos (redes sociales, comentarios a noticias en webs de periódicos, etc) en la que ponen en solfa dicha afirmación, insinuando, o directamente criticando, que próximamente le veremos en algún partido político.

Aunque respete su decisión, yo personalmente creo que sería bueno para la democracia que Ada Colau se replanteara dicha negativa y que si le apetece, aceptase alguna de las propuestas que al parecer ya le han hecho llegar.

En las listas electorales deben estar los mejores, y Ada Colau ha demostrado una capacidad de trabajo y liderazgo que enriquece la democracia y, por lo tanto,  su participación favorecería la decencia de nuestra sociedad. 

Pero su decisión pone en evidencia las de aquellos ciudadanos que sí han optado en entrar en política, no por su valía, por su trabajo o su liderazgo, sino simplemente por ser la hermana, la esposa o el hijo de una víctima del terrorismo etarra.

Ciudadanos que sin otro mérito que ser “víctima de” han llegado al Parlamento Europeo y otras instancias públicas y son aplaudidos precisamente por aquellos que ahora ponen verde a Colau.
     
Mis más sinceras felicitaciones a Ada, por saber llegar, por saber estar, y por saber irse. Muchos deberían, o deberíamos, tomar nota.