domingo, 13 de noviembre de 2011

Ni siquiera les queda Paracuellos

¿No le ha pasado, amable lector o lectora, que cuando una persona de ideología filofacista (aunque militante en el PP, en UPyD o se declare apolítica) se siente atrapada por los crímenes del franquismo termina sacando, a modo de salvavidas, la mágica frase de Y Paracuellos, qué? Si yo fuese uno de los millones de fascistas sociológicos (utilizado en su sentido literal, no como insulto) que pueblan nuestro extenso territorio nacional, daría todas las noches gracias a dios por la carnicería de Paracuellos del Jarama.

Recientemente, comentando una noticia que una buena amiga había compartido en facebook sobre el anuncio de ETA de abandonar la lucha armada, compartí que una vez que se acabara con ETA habría que empezar a preocuparse por las otras víctimas, las de la Guerra Civil. De inmediato saltó un amigo de mi amiga para reprocharme mis palabras, con el argumento que eso no tocaba ahora. Sorprendido por el ataque, traté de argumentar mi posición de la necesidad de respetar a todas las víctimas, no a unas sí y a otras no. En medio del fragor argumental saltó con lo de Paracuellos.

He recordado este pequeño rifirrafe on-line con la lectura del artículo de Javier Cercas que con el título Buenas Noticias ha publicado El País Semanal de hoy. Hablando de las víctimas de ETA señala la necesidad de no caer en lo que Daniel Innerarity denomina la amenaza de la simetría, donde al final unos y otros terminan en un empate moral. Dice Cercas que todos debemos contribuir a que no ocurra en el País Vasco con ETA lo que ocurre en el resto de España con la guerra y el franquismo, donde la amenaza de la simetría casi se ha cumplido y goza de gran prestigio una visión equidistante de la historia en la que nadie tuvo la razón política y no hubo ni buenos ni malos; igualmente, todos debemos combatir la equidistancia respecto a la Guerra Civil y el franquismo con el mismo énfasis con que combatimos la equidistancia respecto a ETA.

Como ya he afirmado en algún post de este blog, comparto que en la Guerra Civil española se cometieron en ambos bandos acciones realmente espeluznantes. Pero la diferencia moral es abismal entre uno y otro bando, ya que mientras la República intentó por todos los medios evitarlas, entre los golpistas se promocionó la violencia sobre la sociedad civil como un instrumento de terror planificado para socavar la resistencia.

Paracuellos fue un episodio espantoso de la Guerra Civil, a la misma altura de los asesinatos de miles de civiles inocentes en Badajoz, Málaga, Écija, etc. Pero Paracuellos no será nunca el salvavidas moral de aquellos que intentan por todos los medios convencerse y convencernos, como hace ETA con lo suyo, que la Guerra Civil no fue una historia de buenos y malos, donde las víctimas fueron verdugos, y los verdugos víctimas. No. Cesar Vidal y compañeros mártires podrán intentar reescribir la historia y, como sin duda hará la ETA sociológica respecto a sus años de terror, justificar las bases sangrientas del estado franquista. Pero no. Nunca fue lo mismo, no hay simetría posible entre la corrupción moral de Queipo, Mola y Franco y la integridad moral de Besteiro y Azaña.

Por mucho que el fascismo sociológico español utilice Paracuellos como mantra exculpatorio.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Sociedad sin Nobleza.

La noticia de El Mundo titulada Anticorrupción acusa a Urdangarin de 'apoderarse de fondos públicos' dio lugar en facebook a un pequeño debate a tres bandas sobre el alcance de la corrupción en el espacio público español, que me lleva a compartir y desarrollar contigo, amable lector o lectora, algunas de las ideas que expuse en la red social. Y para el título me he atrevido a parafrasear a Ortega y Gasset y su ensayo El hombre sin nobleza.

No descubro nada extraordinario si afirmo que cada día la realidad nos sorprende con denuncias sobre posibles comportamientos y tramas corruptas en las más diferentes instancias públicas de nuestro país: desde los aledaños de la más alta magistratura hasta ayuntamiento relativamente pequeños, pasando por grandes grupos bancarios, asociaciones de gestión de derechos, organizaciones empresariales, etc. Y no es algo que precisamente nos pille de sorpresa. Desde la Transición, los casos de Filesa, Malesa y Time-Export, Naseiro, Gürtel, y otros muchos que el tiempo van desdibujando, han empedrado nuestro camino democrático.

Puede existir la tentación social de pensar que la corrupción, grande o pequeña, es cuestión de los otros (esa otredad de la que ya nos avisaba Ricardo Llamas) y por ello la expresión de nuestra irritación sobre dichos comportamientos está más que justificada. Así, la culpabilización de la clase política, los intermediarios y más recientemente los mercados nos permite al menos llevar sosiego emocional ante un país que de pronto se nos presenta como el paradigma de una república bananera.

Pero, en mi opinión, este comportamiento, si bien inevitable, lo que hace es enmascarar la realidad de tal forma que impide un diagnóstico correcto y por lo tanto dificulta la elaboración y aplicación de una terapia adecuada y eficaz. Al poner fuera el comportamiento corrupto, en instancias lejanas de nuestra realidad cotidiana, la ciudadanía pretende minusvalorar sus propios pequeños actos de corrupción de la vida diaria.

Recomiendo vivamente la lectura del Barómetro de Junio de 2011 del Centro de Investigaciones Sociológicas (Avance de Resultados, Estudio nº2.905) por las respuestas tan contradictorias que se obtienen cuando la sociedad española tiene que responder sobre la corrupción.

No deja de sorprender que si bien el 85,6% de los encuestados por el CIS considera que la corrupción en España está muy extendida y bastante extendida, sólo el 6,9% de los encuestados consideren la corrupción y el fraude uno de los tres principales problemas de España. Y si responden de forma espontánea, baje a un paupérrimo 2,2% de los encuestados que lo consideren un verdadero problema. Pero aún sorprende más cuando se obtiene un índice del 1,1% cuando corrupción y fraude es la respuesta espontánea a la pregunta ¿Y cuál es el problema que a Ud., personalmente, le afecta más?

Pero luego, ante la pregunta Hay gente que piensa que la corrupción política es un problema sin importancia, y otra gente que piensa que la corrupción política es uno de los problemas más importantes de la democracia en España. En una escala en la que 0 es que no tiene importancia y 10 que tiene la máxima importancia, ¿dónde se situaría Ud.? la respuesta ganadora es, para el 44% de las personas encuestadas, de la máxima importancia.

¿Qué es lo que pasa al alma española para que se den estas contradicciones sobre lo importante o lo irrelevante de la corrupción? Considero que hay que retroceder bastantes años, exactamente 65, hasta el 18 de julio de 1936. Con la Guerra Civil y la posterior dictadura totalitaria del felón Franco, nuestro país fue lentamente cocido en una amalgama de inmoralidad que contaminó todo el cuerpo social.

La corrupción moral antecede a la corrupción económica, política, jurídica y policial. Va infiltrándose como una sustancia tóxica, paralizando nuestra capacidad crítica, alejándonos de la ética social y llevándonos a un abandono de nuestras virtudes cívicas. No es casual la anécdota que se atribuye al dictador Franco, cuando aconsejó a un aspirante a la cosa pública: Usted haga como yo, no se meta en política.

Casi cuarenta años de control nacional-católico consiguieron esterilizar el sentido ético de la sociedad española. Y nuestra voluntad de superar esa tragedia sin hacer borrón y cuenta nueva, la celebrada Transición, permitió que la hidra de la corrupción moral desarrollara nuevos bríos en la mayor eclosión económica de la historia de España, es decir, desde que Castilla y Aragón se unieron bajo el yugo y las flechas.

Cerrar los ojos y admitir como natural que decenas de miles de cuerpos quedaran arrojados en las cunetas sin encontrar reposo en los camposantos; cerrar los ojos y admitir como natural que las riquezas conseguidas con el expolio de la mitad de España continuaran en las manos de sus saqueadores; cerrar los ojos y admitir, en definitiva, que ni la razón, ni la justicia ni la decencia debían ser restaurada en España, llevaba inevitablemente a una quiebra de la moral y el derecho.

Posiblemente, querida lectora o lector, me responderías que también antes de la II República e incluso durante ella se produjeron escándalos de fraude y corrupción. Cierto. La diferencia es que si en la Restauración un miembro de la Corona se hubiera visto, no ya imputado, simplemente implicado en un caso de saqueos de fondos públicos, el escándalo habría alcanzado unas proporciones épicas, el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo simularía ser una olla exprés, y las mejores plumas de la Nación estarían vertiendo litros de tinta exhortando los mejores valores éticos. En cambio hoy todos miran hacia otro lado, y el que más sólo es capaz de sorprenderse pero sin escandalizarse.

La triste verdad es que el cuerpo social español, no los políticos ni las empresas, no los jueces y los policías, el conjunto de la sociedad ha interiorizado la inevitabilidad de la corrupción y el fraude, lo peligroso de oponerse a él. Y lo ha hecho suyo, cada uno en su escala. Por ello, junto grades muestras de escándalo se suceden olvidos tan flagrantes como sólo sentirse afectado negativamente el 1,1% de las personas encuestadas.

No trato con ello de culpabilizar a la Transición de este mal, sino de señalar el pecado original de nuestra democracia. La Transición nos trajo una continuidad política, social y económica entre dos periodos antagónicos antes solo ensayado, y fracasado, con el paso de la monarquía de Alfonso XIII a la II República.

No. El problema no es que la Transición no significara un fuego purificador que simbólicamente marcaran un antes y un después entre un sistema inmoral y un sistema decente. El problema fue que huérfanos de dirigencia éticamente solvente, la sociedad española no ha advertido el peligro y por ello es incapaz de reaccionar. Culpabilizar a los de arriba es la respuesta más fácil y consoladora que encontramos.

Se hace necesario un urgente rearme ético, moral. Y debe empezar por un reconocimiento personal de cada una de las pequeñas corrupciones y fraudes de la vida diaria. No hay una corrupción pequeña que engrasa la grandiosa máquina del capitalismo y una corrupción grande que la atasca. La corrupción y el fraude es un cáncer; es el óxido del andamiaje férreo de la sociedad. Y si no nos dedicamos pronto a rasparlo hasta alcanzar la zona sana, y luego a pintarlo de minio, nada del sacrificio colectivo realizado desde el 18 de julio de 1936 habrá servido para nada.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Feminismo de vagina

Aunque algunas veces me he definido como feminista, posiblemente debería considerarme mejor como un “simpatizante feminista” ya que en este tema, como en muchos otros de la vida, la empatía no es suficiente para vivir en carne propia la discriminación y sus efectos.

Pero desde luego soy un defensor de la dialéctica feminista, esa forma de entender la historia y las relaciones sociales desde un prisma de género que complementa la interpretación de las discriminaciones de clase. Por ello el feminismo, junto al marxismo y el liberalismo, es un valor importantísimo para todas aquellas personas que se consideren de izquierdas y quieran construir una sociedad libre de las trabas sociales que causan las discriminaciones por razón de clase, género o etnia.

Y como los procesos emancipatorios de la esclavitud o la clase, liberarse de los prejuicios machistas nos obliga a mujeres y hombres a un proceso de reflexión intelectual, moral incluso, a nivel personal. Nadie educado en una sociedad esclavista o de clases desarrolla de forma espontánea una conciencia que les lleve no sólo a denunciar la injusticia y luchar contra ella, sino también a interiorizar sus principios y actuar en consonancia. Y no es fácil. La educación nos condiciona de tal manera que en el momento más insospechado salta nuestro inconsciente machista, clasista o racista. Y este proceso es necesario para cada una de las personas de nuestra sociedad, independientemente de su sexo, género, clase, etnia u orientación sexual.

Por eso quiero compartir contigo, querida lectora o lector, mi sorpresa y estupor al observar algunos comportamientos en mujeres que se reivindican feminista sobre la pobre y exclusiva base de tener vagina en vez de pene. Sin considerarme un experto en cuestiones de género pero sí escandalizado por los sibilinos mecanismos mentales que perpetúa la discriminación más repugnante, no puedo dejar de denunciar el comportamiento público de compañeras que utilizan su vagina como quien utiliza su dinero para venderse como feministas cuando lo que hacen es perpetuar los estereotipos machistas, dan pábulo al patriarcado para seguir ejerciendo su dictadura y provocan tal asco en las personas de bien que terminan justificando las estrategias más reaccionarias.

Ser feminista, como ser liberal, no es algo que nace de forma espontánea sino que es un trabajo personal de décadas y que en la gran mayoría de veces nunca termina. Por ello, a esas compañeras que utilizan su "feminismo" de vagina para justificar intereses espúreos, les pediría que en vez de querer conseguir réditos políticos manipulando un lucha decente, se dediquen a estudiar, a leer, a debatir y a seguir los miles de ejemplos de lucha, sufrimiento y pasión que han dado mujeres, y algunos hombres, a lo largo de la historia de España.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Zoido en su laberinto

El juez metido a alcalde que es Juan Ignacio Zoido debería saber, como el niño de las películas norteamericanas, la diferencia entre verdad y mentira. Pero es difícil que alguien acostumbrado a utilizar la mentira como instrumento político deje de usarla simplemente por haber llegado al primer rellano de su meta política.

Analizar la trayectoria de Zoido a lo largo de ocho años “chupando” banquillo es muy interesante, porque nos explica su comportamiento político al frente de la corporación municipal sevillana. Tras ser derrotado por segunda vez, sin duda decidió que, costase lo que costase, ganaría la alcaldía de Sevilla. En una decisión así se encuentra, posiblemente, el cambio producido entre el candidato que era en 2003 y el alcalde que es en 2011. Si su primer cuatrienio fue de una oposición más o menos decente, el segundo se transformó directamente en populista y demagógico. Armado con una cámara de televisión prometió de todo a tiros y troyanos, abrazó a los bebes, besó a las ancianas y se metió en barrios obreros de Sevilla que ningún candidato del PP se había atrevido. Esta estrategia le dio resultado y, en medio de la mayor crisis económica que ha sufrido España desde la Guerra Civil, consiguió sus veinte concejales, hecho nunca sucedido en la Sevilla democrática.

Con tal bagaje, todos esperábamos que iniciara su mandato de forma espectacular, con una cascada de decisiones atrevidas, incluso revolucionarias, avanzando rápidamente con reformas profunda que sólo se pueden hacer con veinte concejales y al principio de mandato. Pero nada de nada. El saldo de su gestión, tras más de cinco meses, es de los más pobres y contradictorios de los que se recuerdan en Sevilla.

Y la conclusión, por sorprendente y simple que parezca, es que Zoido no tenía, ni tiene, un proyecto para Sevilla. Su promesa de hacer funcionar a la ciudad como un reloj suizo no era una promesa de implementar una cultura germánica de gestionar la ciudad, sino una ocurrencia que sonaba bien. Incluso la Sevilla que esbozaba Jaime Raynaud nos parece ahora mucho más solvente que la que entrevemos de las torpes y condicionadas decisiones de Zoido.

Por ejemplo, nunca se podrá explicar políticamente la sumisión de la actual política municipal a la asociación APROCOM, que agrupa al gremio de comerciantes de Sevilla. Esta actitud está llevando a Zoido a dar satisfacción, una a una, a todas sus demandas. Y sin para ello dudar en utilizar informes políticamente fraudulentos, drenar ingentes recursos a políticas de escaparate y a descolgarse de un política de movilidad europea que convertirá a Sevilla en una rara avis propia del tercer mundo.

En estos días, cuando siguiendo los dictados de la calle Madrid Zoido ha vuelto a llenar el corazón del centro histórico de autobuses, se ha sabido que el informe esgrimido por la actual corporación para eliminar, de un plumazo, el plan de racionalización del acceso al casco antiguo, sólo era un memorial de agravios de un funcionario resentido, un tal Enrique Gutiérrez, que en absoluto respondía a la realidad. Acusaciones que, según un medio de comunicación de la ciudad, “no se sostienen al estar plagadas de errores y tergiversaciones de la realidad”.

¿Cómo pudo un alcalde, juez de carrera y experimentado concejal durante ocho años para más señas, tomar una decisión de tal calibre basado en un documento elaborado por una persona ajena al servicio competente y cuya animadversión hacia los responsables del mismo era al parecer vox populi en el área de movilidad? Exponer cualquier explicación lógica sería andar sobre el filo de la navaja de la denuncia por difamación.

¡Dios, que buen uso tendrían veinte concejales si tuviesen un buen alcalde! Pero tristemente, Sevilla no tuvo un Cid que obligara a Zoido a realizar su particular juramento de Santa Gadea.

martes, 8 de noviembre de 2011

... pero no tienen la razón.

Mi idea era irme hoy temprano a la cama. Ver el debate Ruba-Rajoy me daba pereza. Pero se lo prometí a una buena amiga, Mercedes A., así que me he tumbado en el sofá, me he tapado con la manta (momento en el que uno de mis gatos ha aprovechado para tumbarse sobre mi barriga) y smartphone en mano me he dispuesto a ver el debate por la Sexta.

¡Gracias, Mercedes! He pasado el mejor momento político en meses. Ruba, en este debate me ha mostrado que es mi candidato: no sólo ha sido el único que ha realizado propuestas, sino que además me han gustado todas. Ha tocado los temas que como ciudadano me preocupa. En economía ha planteado la necesidad de que la Unión Europea sea el motor de la solución de la crisis (con la bajada de tipos del Banco Central Europeo, la movilización de recursos del Banco Europeo de Inversiones, y la relentización del ajuste), y no un chino en el zapato. En sanidad y educación ha sacado la preocupación sobre el deterioro intencionado de lo público. No le ha faltado el tema de horarios (¿como diablos vamos a conciliar con jornadas de ocho a ocho?), el matrimonio gay (y Rajoy sin mojarse), el ejército (hay que bajar el gasto militar), etc.

Rajoy, al contrario, ha ido al rebufo de Ruba. Le ha faltado cintura, se mostraba irritado en el debate, no sabía salirse del discurso prefabricado. Lo único que ha mejorado respecto a hace tres año ha sido que estaba más delgado y era más agradable a la vista. Pero la pifiada de Cazalla y Constantina, demuestra que en cuanto se sale del guión, el gallego la jode....

Parafraseando a Unamuno, Rajoy, y con él la derecha, puede que gane las elecciones porque tienen la fuerza de los medios y de las empresas, pero no tienen la razón. En tromba saldrán los voceros del "soberano party" nacional en defensa de Rajoy y ensalzarán su actuación. Pero no. Hoy, en el debate, la razón estaba de parte de Ruba.

¡Gracias, Ruba! Ganemos o perdamos ya has conseguido un hueco en mi corazón socialista.

sábado, 29 de octubre de 2011

Las "amistades" del Señor Obispo

El ¿ínclito? y "simpático" Señor Obispo de Córdoba, España, (sí, sí, ese Demetrio Fernández que afirmó que según le habían dicho desde el Vaticano con unos programas de la ONU en unos años todos maricones) ha afirmado recientemente, entre otras "perlas" de la oratoria y de la reflexión intelectual que "También habría que aplicar la ley natural, [...], en relación con el matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que ese tipo de unión "no es matrimonio, ya que la relación entre personas del mismo sexo es una relación de amistad, pero no puede ser matrimonio, porque éste, tal y como lo ha hecho el Creador, es la unión del varón y de la mujer abierto a la vida, y eso en personas del mismo sexo, nunca se da, ni se dará".

En estos momentos, "cautivado" por las palabras tan profundas de Don Demetrio Fernández, en vez de acordarme de su astuta madre (¿o era zorra? ¡con estos jueces uno siempre anda confundido!) solo se me ocurre que posiblemente cuando pasa de "matrimonio entre personas del mismo sexo" a "relación de amistad" se refiera a las profundas "amistades" de miles de sacerdotes y decenas de obispos católicos con sus pupilos.

¡Ay, Señor Obispo, que cabrón (experimentado y astuto) es usted! Pero claro, conociendo a la zorra (astuta) de su madre no podemos sorprendernos. Y me alegro profundamente que gracias a compartir con nosotros sus sabias palabras, centenares de miles de niños, violados por sacerdotes católicos, y sus familias dormirán un poco más tranquilas. ¡Ay, que mal pensada es la gente! ¡Si sólo era amistad.....!

miércoles, 12 de octubre de 2011

El juez, cabrón. Y su mujer, zorra.

Es lo que tiene de bueno la globalización: conecta países, conecta lenguas, y reconecta nuestro hermoso idioma castellano, que a decir de los expertos es de los que más palabras necesita para comunicar algo. Razón que explica que españolas y españoles hablemos más deprisa y de tan cansados, apenas pensemos.

La gesta de Colón y sus magníficos marineros, y el ardor católico de nuestra siempre poco ponderada reina Isabel, lo expandió por todo el orbe (los dos hemisferios a los que se referían nuestros heroicos diputados constitucionales del 12). Y ahora, tanto orgullo, tanta pasión y tanto amor por allende los mares (y sus lindas mujeres, para que engañarnos), nos es devuelto con creces.

¡Qué sería de nuestra amada España sin el bello idioma castellano! Cual ubérrimo árbol del paraíso, cual manzano para Newton, cual olivo para Jaén, cual olmo para Soria, esa floresta del castellano, sembrada por cuatro continentes, nos ha permitido descubrir que el juez es un cabrón.

No, por favor, no se alboroten. Quiero decir que gracias al castellano hablado en Cuba sabemos que en España tenemos a un juez experimentado y astuto.

Y gracias al castellano patrio, esa urdimbre lingüística que cose, une y cohesiona nuestra amada piel de toro, también sabemos que su mujer es una zorra, que como bien sabe toda persona honesta y de bien significa persona astuta.

De tal forma que, en extraordinario maridaje, podemos gritar a los cuatro puntos cardinales que en España tenemos la dicha de tener un juez cabrón casado con la zorra de su mujer.

Lástima es que el checo Freud ensucie cualquier noble y límpida conducta y nos haga pensar que tal vez el cabrón del juez buscara en la zorra de mujer, a la zorra de su madre de él.

¡Discúlpenme!, ¡discúlpenme! ¡Y compréndanme! Es que no puedo evitar emocionarme y cantar loas patrióticas a nuestra hermosa lengua en el Día Nacional de España.