miércoles, 5 de enero de 2011

La solidaridad de los inmigrantes

Cuando alguien de mi entorno me comenta como puede la sociedad española ser xenófoba cuando durante más de un siglo ha sido un país de emigrantes, suelo responderle que precisamente son los descendientes de los que decidieron no emigrar los que rechazan la inmigración, ya que la mayoría de los y las españolas que se fueron desde los años setenta del siglo XIX nunca regresaron. En España se quedaron los más pudientes y los más pusilánimes, los que no tuvieron reaños de enfrentarse al dolor de la emigración.
Como hijo de la emigración y como descendiente de familias que durante más de un siglo se han desplazado por todo el país en búsqueda de oportunidades para sobrevivir, conozco eso dolor de no ser de aquí ni de allá, de tener tantos muertos enterrados en tantos lugares que al final te sientes de todas partes y de ninguna.
Ser inmigrante y emigrante (dolor en donde llegas, incomprensión de donde te fuiste) es un proceso complejo que a falta de referencias intentas solucionarlo como puedes. Los hay que en la segunda o tercera generación se vuelven más papistas que el papa y se convierten en ultra del país que los acogió (como los hijos de andaluces en el País Vasco convertidos en abertzale), los hay que intenta recuperar un origen falsificando su pasado y su presente (como las y los jóvenes andaluces en Cataluña que aprenden sevillanas aun cuando sus padres o sus abuelos eran de Almería donde nunca se bailó tal cosa o como los jóvenes musulmanes de Europa que abrazan un integrismo islámico que espanta a sus padres y abuelos). Aunque la mayoría lo resuelven intentando integrarse lo mejor posible en la sociedad que los acoge. Si los dejan, claro.
En la edición digital de EL MUNDO aparece hoy una noticia que debería alegrar a todos y todas las andaluzas: Andalucía supera a Estados Unidos en supervivencia de trasplantados renales. No en número, que por la falta de sanidad pública en la gran república norteamericana es muy inferior a la española, sino en calidad de los que se practican.
Pero lo que más me ha sorprendido ha sido el final de la noticia, que afirma: “En cuanto a los inmigrantes, que proceden de países donde se es más reacio a la donación que en España, el porcentaje de donación de órganos es idéntico al de la población andaluza, ya que en 2010 hubo 25 donantes inmigrantes.” A todos esos descerebrados, mutilados emocionales que argumentan que los inmigrantes vienen a abusar de nuestro sistema social y sanitario, y olvidan que la falta de recursos es producto de una mala gestión política y no por culpa de los usuarios, les leería este párrafo para recordarles que también nuestros familiares y amigos se han beneficiado de la inmigración con el regalo más importante que pueda recibir una familia: corazones, riñones y pulmones.

domingo, 2 de enero de 2011

Demetrio, o el mérito de la estulticia católica

Demetrio Fernández, obispo de Córdoba y uno de los “niños” mimados del radicalismo católico español, ya nos prometía momentos de hilarante diversión cuando propuso, no hace mucho, eliminar el término de “mezquita” del mobiliario urbano y en los carteles de información y promoción turística del complejo catedralicio de su ciudad, con el argumento de que "llamarla simplemente Mezquita siembra por lo menos confusión, en algunos casos intencionada, y se presta a no saber de quién es y para qué sirve hoy".
A pesar del rubor de propios y las carcajadas de extraños, el bueno de Demetrio no proponía más que una actualización de la costumbre católica de eliminar el pasado que no interesa renombrando y eliminando. Porque al fin y al cabo, lo que proponía el obispo cordobés se asemejaba mucho a lo que Stalin hizo durante décadas: eliminar de las fotos todos aquellos personajes que ya no gustaban al dictador.
Y siguiendo al dicho (quien tiene un vicio, si no se mea en la puerta se mea en el quicio) Demetrio nos ha regalado, con ocasión de las fiestas de navidad, una nueva ocasión de reírnos a mandíbula batiente con otras de sus perlas pastorales. Tan surrealista me pareció al leer la noticia en facebook que comprobé que no fuera la típica broma del 28 de diciembre, día de los santos inocentes. Pero no, la web que recogía la homilía pronunciada en la catedral de Córdoba el día 26 de diciembre de 2011, infocatolica.com, era de “fiar”. Luego, periódicos con EL MUNDO han recogido la noticia, lo que asegura que no se trata de una broma.
En un extenso parlamento, el obispo cordobés hace un cántico de argumentos peregrinos insostenibles a la luz de los evangelios reconocidos por la propia Iglesia Católica. Pero estando acostumbrado a estos desatinos, un párrafo del mismo sí que sorprende, escandaliza pero termina provocando la risa. Se trata del que dice: “El “ministro” de la familia en el gobierno del Papa, el cardenal Antonelli, me comentaba hace pocos días en Zaragoza que la Unesco tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual. Para eso, a través de distintos programas, irá implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas.
¡Ay!, ¡ay!, ¡que me da un ataque de risa! Si el bueno de Demetrio se ha inventado tan terrible bulo, demostraría que se trata de un perfecto imbécil. Pero si ha sido el cardenal Antonelli, lo que demuestra es que el imbécil es el jefe vaticano que lo ha nombrado. Si la ciencia ha demostrado la inutilidad (además del enorme sufrimiento) de técnicas psiquiátricas y quirúrgicas para convertir en heterosexuales a los homosexuales, ¿con unas “charlitas” van a conseguir lo contrario? Llevado a sus último estadios, el argumento de Demetrio nos llevaría al absurdo de aceptar que el estado “natural” de los seres humanos es la homosexualidad (ya que cualquier heterosexual se convertiría con unas cuantas charlitas) y la “contra natura” la heterosexualidad (ya que es imposible convertir en heterosexual al homosexual aunque se le lobotomice).
Si fuera factible convertir en homosexual a la mitad de la población mundial (¡2.500 millones de seres humanos!), a la Iglesia Católica debería serle mucho más fácil heterosexualizar a sus muchos sacerdotes gays, como, por ejemplo, al teólogo alemán ultraconservador, exprofesor de la Academia Pontifica de Santo Tomás de Aquino, que reciente declaró a EL PAIS que “Me fascinaba el mundo masculino de las antiguas liturgias tridentinas. Fueron para mí la droga de iniciación. Luego entre los teólogos conservadores siempre encontré tantos homosexuales que pensé que las dos cosas podían coexistir", explica.
Pero más allá de la “boutade” del supuesto programa de la UNESCO, que cualquier persona con su capacidad intelectual intacta sería incapaz de inventar o repetir, Demetrio sigue la estela de los radicales católicos españoles de confundir intencionadamente identidad de género con orientación sexual, de manipular intencionadamente igualdad de género llamándola ideología de género.
En su homilía (texto digno de ser editado por la colección "Al Monigote de Papel") Demetrio afirma “según la ideología de género, uno no nacería varón o mujer, sino que lo elige según su capricho, y podrá cambiar de sexo cuando quiera según su antojo. He aquí el último “logro” de una cultura que quiere romper totalmente con Dios, con Dios creador, que ha fijado en nuestra naturaleza la distinción del varón y de la mujer.
Puesto que la Iglesia Católica ha inventado la “ideología de género” corresponde a ella llenarla de contenido. Pero lo que afirman corrientes intelectuales como la Teoría Queer es que la identidad de género es en gran medida un constructo social, que la forma en la que nos socializamos como hombres y mujeres depende de la sociedad en la que creemos, que nada tiene que ver que luego te sientas atraído o atraída por una persona de sexo biológico distinto o igual al tuyo.
Pero lo más penoso es que “Educación para la ciudadanía”, bestia parda para “intelectuales” de la talla de Demetrio o Antonelli ni siquiera se acerca a corrientes como la Teoría Queer y se limita a llevar a cabo la igualdad social que jurídicamente consagra la Constitución Española de 1978.
Aunque hay que reconocer que, en el fondo, nuestro texto constitucional es el enemigo a batir por los radicales católicos.
PD: Para los cansinos que me vendrán con que el islám para allá y el islám para acá, les adelanto que en mi opinión las tres religiones monoteistas comparten ADN, y la crítica hacia el catolicismo se puede extrapolar al Islám y al Judaismo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Altares y Setas

Una de las recompensas emocionales que me produce eso de bichear por las librerías de viejo, o más modernamente por las web iberlibro.com y uniliber.com, es descubrir autores y obras poco conocidas para mí que a lo mejor resultan muy valoradas entre los especialistas.
Así descubrí hace años a Antonio Ponz cuando compré primero el volumen XVIII de su obra “Viage de España” impreso por la viuda del gran Ibarra en 1794 (que luego supe completado por su sobrino por la muerte del autor) y después el segundo volumen de su obra “Viage fuera de España” de 1785. Lo único malo de su magnífica obra fue que, según dicen, sirvió de guía a las tropas napoleónicas para expoliar el mejor arte de nuestro país.
Este autor, cuya obra recomiendo vivamente, bien en alguna de las dos reediciones de su obra (una crítica en la Editorial Aguilar en 1947 y otra facsímil por Editorial Atlas en 1973), bien en Google Books, vivió intensamente la ilustración con una larga estancia en Italia que lo convirtió en uno de los más importantes reformistas españoles del Siglo de las Luces. Una de las cosas que más me sorprendió fue su odio furibundo hacia el barroco, especialmente el que se hizo en Andalucía en general y en Sevilla en particular a lo largo de su siglo.
Buscando por Google Books, he tropezado con un volumen que hacía tiempo quería leer, el noveno, o nono, de su “Viage de España” dedicado a Sevilla, en un ejemplar que se conserva en la biblioteca de la Universidad de Michigan (Library of the University of Michigan) y me he vuelto a encontrar con el mejor Ponz anatema del barroco.
Especial sonrisa me ha provocado la lectura del texto dedicado a la iglesia del Salvador. Este templo, recientemente rehabilitado en medio de una importante movilización del “todo Sevilla” y que muestra de forma orgullosa lo mejor de sí misma, fue claramente despreciada por el abad Ponz con pocos miramientos. Recojo a continuación su opinión:
El segundo lugar después de la Catedral lo tiene la Colegiata, que llaman del Salvador, situada en una de las plazas de Sevilla, donde se venden frutas, y otros comestibles.
Tuvo la desgracia de haberse pensado en su reedificación, quando el buen estilo de la arquitectura habia llegado á su precipicio; y así fue arruinada la antigua fábrica, que mantenia la forma de Mezquita, en 1669, acabándose la nueva en el de 1712. Se venera en esta Iglesia una Imagen de nuestra Señora, que llaman de las Aguas, por haberse conseguido estas mediante su proteccion en años de sequedad. No hay para qué detenernos aquí, ni V. se detendría un instante al ver los costosos, y extravagantes retablos, que poco ha se han hecho: lástima que las personas piadosas, que en ello han gastado su dinero, no se hayan informado bien antes, para emplear con mas acierto por lo tocante al artificio. El de la Comunion es de lo mas ridículo que se puede imaginar, y por el mismo término el mayor, como el de nuestra Señora, donde hay dos estatuas de lo primero que D. Felipe de Castro hizo hallándose muy joven en Sevilla. La sillería sigue el orden de los referidos altares: han embarazado con ella el medio de la Iglesia, y por haberse hecho todo esto poco ha, es mas sensible. En la nave al lado de la Epístola se encuentra un S. Christobal de escultura del Montañés
.”
Comenzado el siglo XXI, el barroco, en su versión andaluza y sevillana, podrá gustar más o menos, pero no se puede poner en duda su mérito y su aportación al Arte. De hecho, los altares de la Colegiata del Divino Salvador, que tanto despreció Ponz, son magníficas obras de talla y dorado, grandiosos monumentos de fe que nos aturullan con su inmensidad y su impacto visual.
¿Se equivocaba, pues, nuestro buen abad? No, en absoluto. En cuestión de arte, como en otras muchas facetas de la vida, lo que hoy gusta, o disgusta, mañana no lo hará. U obra o autores que hoy son muy honrados por su arte, mañana pasarán al olvido, o al contrario.
Suele referirse la anécdota de la Torre Eiffel, de París, cuya construcción provocó el rechazo de numerosos artistas franceses, entre ellos Guy de Maupassant, como antes había provocado el rechazo por parte de los organizadores de la Exposición de Barcelona de 1888 a quien Eiffel había presentado su propuesta, y que tras la celebración de la Exposición para la cual fue construida se convirtió en un emblema de la ciudad, circunstancia por la cual no fue desmantelada como estaba previsto.
También tenemos en Sevilla la experiencia de la Giralda, una torre almohade del siglo XII rematada por un campanario renacentista del siglo XVI, yuxtaposición arquitectónica que hoy sería imposible, no sólo legalmente sino también socialmente.
El libro de Ponz me lleva a pensar en las popularmente llamadas Setas de la Encarnación, el proyecto Metrosol Parasol, que se está construyendo en el antiguo solar del Mercado de la Encarnación de Sevilla.
Como en el París de Eiffel, los argumentos repetitivos para rechazar su construcción son su impacto sobre el skyline de la ciudad y su impacto en el tejido de la ciudad y sus monumentos. Como la crítica del abad Ponz al barroco, se califica el proyecto como “chorrada” o “carnicería arquitectónica”, por poner sólo dos ejemplos. Y posiblemente, dentro de cincuenta años alguien sonreirá al leer estas críticas como yo cuando leía la opinión de nuestro buen abad sobre el retablo de la Virgen de las Aguas de la iglesia del Salvador.

sábado, 30 de octubre de 2010

Casas

Hace unos meses publiqué un post titulado “Familias como casas”, en la que trazaba un paralelismo entre ambas. En este post en cambio quiero compartir contigo varias reflexiones que siempre me surgen cuando veo el programa de LA SEXTA “¿Quién vive ahí?”.
El eslogan escogido por la cadena para promocionar su programa ya tiene enjundia: “¿Crees que tu casa es distinta a las demás?”. Cuando comencé a ver el programa me temía que fuera un canto indecente a la opulencia, con un repertorio de mansiones carísimas habitadas por las clases sociales más improductivas del país. Pero me equivoqué: pasado el tiempo he comprobado que no es así. Más bien al contrario, se trata de una radiografía de la sociedad española, con más miserias que grandezas.
Soy consciente que la colección de casas mostradas no es una muestra estadística de las casas españolas, ya que lo son de familias con un punto exhibicionista necesario para mostrar a la curiosidad universal nuestro espacio más privado, nuestro domicilio. Pero si se hace es porque se piensa que los demás lo harán bien con admiración, bien con envidia. No creo que nadie muestre sus espacios más íntimos si piensan que los que los contemplan pensarán en lo cutres y vulgares que son sus habitantes.
En los distintos capítulos que he visto, han aparecido casas de todo tipo: de nuevos ricos, de clases medias, de nobles venidos a menos, de diseñadores y arquitectos para promocionarse, y propietarios con casas en venta.
En general, las casas con diseños más modernos se dan en la costa mediterránea y Madrid, generalmente de propietarios vinculados a la “industria del ladrillo”, las más tradicionales en la cornisa cantábrica, y las más kitsch, curiosamente, en Sevilla.
A mí personalmente me llama la atención la historia de las señoras de, metidas a decoradoras amateur para soportar el aburrimiento de una vida de consorte sin función. También me han sorprendido los espantosos interiores de las casas de Sevilla que han aparecido en el programa, una mezcla de decoración tradicional modernizada “avant la lettre”. Y por supuesto la ridiculez de algunos propietarios de mostrar su mal gusto, generalmente de los nuevos ricos de la construcción (recuerdo dos casos, uno en Almería y otro en Madrid), aunque otros, más jóvenes, mostraban casas modernas de unas líneas espectaculares, tanto en Mallorca como en la costa levantina.
Era en la costa precisamente, en una casa de modernas líneas, donde su orgullosa propietaria afirmaba que en ella, contra la opinión de su madre, no había colgado ni un solo cuadro. ¿Cómo esperamos, me pregunté estupefacto, que en nuestra sociedad surjan coleccionistas de arte moderno si a lo más que llegan tanto las clases medias como los nuevos ricos es a coleccionar televisores?
Aunque también recuerdo con ternura la sinceridad de una chica que mostrando una casa espectacular en la sierra de Madrid reconocía que el impoluto comedor era solo para mostrarlo a las visitas, ya que ellos comían en la cocina.
Pero de todas las casas lo que más me ha sorprendido, asombrado y entristecido era la ausencia de libros y bibliotecas. En casas de familias que se decían tituladas universitarias, de la nobleza, o de nuevos ricos, no recuerdo ni una que mostrara un espacio dedicado a los libros. En casas que exhibían enormes televisores en salones, comedores, dormitorios, cuartos de baño y cocinas, no existía ni una sola estantería con libros.
Casas con salas de cine privadas, con garajes para varios automóviles, con piscinas, con caros muebles exóticos, etc. realmente desoladas por la ausencia de libros, es decir, de cultura. Y me temo que esa sea la realidad en la gran mayoría de casas españolas.

martes, 12 de octubre de 2010

La Reforma silenciosa

Hasta hace unas décadas, a la Iglesia Católica gustaba de escenificar sus grandes giros teológicos en los Concilios que reunían a toda la “intelectualidad” católica en grandes asambleas. Así fue el de Trento y el Vaticano II.
Pero con el paso de Juan Pablo II, un oscuro actor polaco, y especialmente la llegada del germano Benedicto XIII, la Iglesia Católica se sumó al mundo policéntrico, sin cabeza, que llegó sin avisar con internet.
No, no ha habido un Vaticano III o un Trento II para que la contrarreforma del catolicismo haya galvanizado toda la jerarquía católica, expulsando a los más revolucionarios, silenciando a los más reformistas, y promocionando a los más reaccionarios, de tal forma que la Iglesia Católica de hoy poco tiene que ver con la que conocíamos hace veinte años.
En las últimas semanas, varios han sido los hechos que nos demuestran que la jerarquía católica ha perdido el pudor y ha pasado al ataque, señalando las líneas ideológicas de esta contrarreforma: tienen un discurso total (¿totalitario?) y la voluntad de imponerlo. De nuevo, ya no se conforman con servir al pobre y mostrar un referente moral, sino que buscan la imposición de sus principios a toda costa.
Por eso, hoy es imposible la escena del arzobispo de Sevilla reunido con asociaciones de gays y lesbianas, como ocurrió en los noventa con fray Carlos Amigos. En cambio, Juan José Asenjo, actual mitrado hispalense, ha cargado contra la celebración del IX Congreso de la Federación Internacional de Profesionales del Aborto, lo que ha arrastrado a que el Consejo de Hermandades de Sevilla a que organicen “acciones de alcance que dentro de la más absoluta legalidad, puedan apoyar nuestras muy maltratadas convicciones".
Pero éste no es un hecho aislado. En la Comunidad Valenciana, donde más poder está recuperando la Iglesia Católica junto con Madrid por la convivencia del PP con la jerarquía más reaccionaria, recientemente el ayuntamiento de su capital, encabezado por la alcaldesa Rita Barberá, ha comunicado la decisión de prohibir a la Coordinadora de Asociaciones de Lucha contra el Sida de la Comunitat Valenciana (Calcsicova) que utilice la Plaza de la Virgen para celebrar los actos organizados con motivo del Día Mundial del Sida el próximo 1 de diciembre, bajo el argumento que el acto puede resultar «burlesco debido a la connotación religiosa» del emplazamiento, junto a la Catedral y la Basílica de la Virgen de los Desamparados. ¡Toma argumento! Ahora resulta que se impide un acto plenamente acorde con la legalidad por el carácter religioso del lugar.
En éste sentido, la Comunidad Valenciana parece haberse convertido en cabeza de puente de la contrarreforma al Vaticano II. Otro ejemplo lo tenemos en la polémica surgida tras la suspensión de los cursos de información sexual que se imparten en colegios de dicha Comunidad Autónoma por parte del gobierno de Camps, tras las críticas del arzobispado de Valencia antes del verano, al entender que ofrecían una “visión muy reduccionista del ser humano”. Y dado que los contenidos de dichos cursos están respaldados por la Academia Española de Especialistas en Sexología, la Academia Española de Intervención en Sexología, la Fundación Española de Contracepción o la principal sociedad de médicos de familia, Semfyc, nos señala que, de nuevo, para la Iglesia Católica, la ciencia ofrece una visión muy reduccionista del ser humano. Claro que algo menos que reduccionista que la versión del Génesis. Pero ahora no se limita a orientar a sus fieles sino que pretende imponerlo de nuevo en las aulas.
Pero la nueva jerarquía católica andaluza no se queda atrás. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba (España), ha pedido la supresión del término mezquita al referirse a la actual catedral católica de la Asunción de Nuestra Señora. El mitrado cordobés defiende su postura argumentando que llamarla mezquita supone "una expropiación a nivel del lenguaje". Resulta curioso este argumento por parte precisamente de los que critican la lucha del feminismo contra el lenguaje machista al que despectivamente llaman “ideología de género”. ¿Está la Iglesia Católica Española iniciando una apología de la “ideología religiosa excluyente”?.
El giro de 180º de la jerarquía católica es comprensible. Responde al miedo de perder un protagonismo social mundial que el Vaticano II, desde su opinión, no sólo no lo evitó sino que lo provocó. Esta visión, que en mi opinión no es nada acertada, ya que el último Concilio católico lo que abrió fue la puerta a que la Iglesia Católica sobreviviera y no desapareciera, les ha llevado a regresar no ya al Concilio Vaticano I sino a Trento, lo que definitivamente les conducirá al desastre final, al canto del cisne de los últimos seguidores de Cristo, hasta convertirse en algo así como los Amish de occidente.
De la Iglesia Católica ya no podemos esperar los católicos escépticos, agnósticos y ateos sólo el ejercicio de su responsabilidad pastoral, sino que ha entrado de lleno en la lucha ideológica y partidista. Y por ello la jerarquía católica y sus fieles deben asumir que la batalla ideológica no se quedará fuera de los muros de sus “casas” sino que llegará a su interior e incluso a los escalones de sus altares.

lunes, 4 de octubre de 2010

Funcionarios

Este post va de la función pública. Si esperas, querida lectora o lector, que en él se viertan diatribas contra los funcionarios y la función pública, mejor que dejes de leer. Y vaya por delante que no soy funcionario público ni nunca he tenido intención de serlo. Trabajar en una administración pública no es algo que me haya motivado nunca, y de hecho las únicas oposiciones a las que me presenté, más por presiones familiares que por convencimiento propio, se resolvieron con un pavoroso fracaso.
Pero siempre he sentido un especial cariño por el trabajador público. En un esquema ideológico, toda vez que el aparato del Estado se democratizó, dejando de ser el instrumento de los poderosos para mantener sus intereses, los funcionarios públicos se convirtieron en la mejor salvaguardia de los intereses de aquellos que antiguamente se conocía como clase obrera, y hoy en día como clase media.
Que los servidores públicos sean el primer dique de contención del Estado democrático les ha convertido en el objetivo preferente de los totalitarios NeoConservadores radicales, que han eliminado a la persona de su esquema y sustituido por el mercado. Y por eso los ataques permanentes y muchas veces sutiles que se han utilizado en su contra.
Primero se empezó por una parte de los servidores públicos, los políticos, como una forma de socavar los cimientos de un poderoso edificio: el Estado democrático. Cuando se convencieron que en la opinión de la ciudadanía los políticos estaban suficientemente desprestigiados, continuaron por los profesionales de la cosa pública: los funcionarios, a los que tachan de vagos, insolidarios, burócratas, etc.
Sería estúpido por mi parte, no obstante, negar que la mala fama del conjunto de la función pública tiene su origen en muchas equivocaciones, particulares y colectivas, de los propios funcionarios, sus organizaciones sindicales y los políticos que lo gestionan. Pero también es igualmente cierto que a pesar de todo ello, en España tenemos una clase funcionarial muy profesional, diligente, responsable y eficaz.
Para los que siempre estuvimos excluidos de la clase dirigente del Estado burgués, el aparato del Estado democrático, la Administración, es la base de la defensa de nuestros intereses.
Una función pública adecuadamente dotada económicamente, prestigiada y de calidad es fundamental si pretendemos que el Estado siga siendo democrático y no derive hacia un totalitarismo de mercado.
Para eso, sin duda, hay que hacer reformas, tanto en el acceso como en la gestión de los amplios recursos que manejan.
Mantener el acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad, tal y como establece nuestra Constitución, es fundamental. Pero no creo que el mecanismo de oposiciones hasta ahora mantenido sea el mejor. He podido comprobar en todos estos años que acceder a la función pública mediante oposiciones obliga a los opositores, en muchísimos casos, a dedicar los mejores años de su vida, cuando más pueden aportar profesionalmente, a prepararse amplísimos temarios, sacrificando su vida personal y familiar, con un costo económico altísimo para sus familias, posponiendo sine die la formación de una familia o la paternidad y la maternidad, sin tener nunca la seguridad que tanto esfuerzo llegue a buen puerto.
Cuando finalmente se accede a una plaza, tras lustros o incluso décadas de estudios, se encuentran con un panorama laboral muchas veces rutinario, de promoción decimonónica, que lleva a muchos y a muchas, equivocadamente sin duda, a pensar que el esfuerzo que debían hacer en su vida laboral ya está hecho y sólo les queda aguantar hasta la jubilación.
La función pública que conocemos, la de oposiciones, puestos de trabajo para toda la vida, etc. nació como solución al problema de los cesantes del siglo XIX, que tan bien describió en “Miau” nuestro admirado Benito Pérez Galdós. Pero pasados casi cien años, se han producido y acumulado un sinnúmero de efectos perniciosos, casi tan graves como los que se intentó eliminar con su implantación.
Claro está que, en todo caso, se trata de un problema colectivo de nuestra sociedad, no un problema de los funcionarios. Tampoco se trata de buscar fórmulas para abaratar los costos de la administración, ni de sortear con fórmulas que rozan la legalidad la obligación de seleccionar a los trabajadores públicos en función de su mérito y capacidad.
También es cierto que no tengo la fórmula perfecta, aunque a veces pienso que una opción tipo MIR podría ser adecuada: un grado para luego acceder, por nota, a un curso de especialización, en el cual ya se cobraría, y si se supera éste con éxito, se incorporaran sin más a la administración.
Creo en la administración pública, creo en nuestros funcionarios no sólo porque mi experiencia vital me ha enseñado que se puede confiar en ellos, sino que además mi orientación ideológica me señala que la clase funcionarial es el soporte que garantiza la mayoría de nuestros derechos constitucionales.

lunes, 27 de septiembre de 2010

ASÍ, NO. Yo también haré Huelga el 29-S

Si has seguido este blog hasta ahora, querida lectora o lector, habrás comprobado que mi opinión siempre ha sido favorable hacia el gobierno de la Nación y hacia su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero.

Pero en esta ocasión, no puedo estar más en desacuerdo con su acción de gobierno. La iniciativa que ha llevado al Reformazo Laboral de junio, agravada más si cabe tras su trámite parlamentario, condensa en sí misma el mayor de los desatinos y la acción más alejada de los postulados de Pablo Iglesias.

Por ello, me uno a los que desde el ejercicio legítimo de un derecho constitucional (tan constitucional como el derecho a la libertad de prensa, la propiedad privada y la libertad de empresa) rechazan de forma tajante una reforma laboral que sólo beneficia al capital y destruye las bases de nuestro estado de bienestar, y digo, ASÍ, NO, compañeros, ASÍ, NO.

En la web de UGT encontrarás todos los argumentos en contra de la reforma laboral.