miércoles, 13 de enero de 2010

¿Prohibiría operar de cáncer a un niño porque es menor de edad?

La noticia de la operación de cambio de sexo de un menor en Barcelona ha provocado de nuevo un aluvión de opiniones en muchos foros de los medios de comunicación de este país. Leyéndolos con detenimiento, mi conclusión es que la ignorancia sobre el hecho transexual es mayoritaria en nuestra sociedad.
Para muchos y muchas, el cambio de sexo queda reducido a un capricho estético que en modo alguno debe ser financiado por la sanidad pública.
Hace algunos meses publiqué un post sobre la transexualidad en este blog, por lo que no me extenderé sobre lo que es la disforia de género. Pero sí me gustaría recordar que ayudar a las personas transexuales a vivir socialmente de acuerdo con el sexo que sienten es la única respuesta terapéutica que hoy por hoy puede ofrecer la ciencia médica. Las personas transexuales no diagnosticadas o no tratadas tienen un alto grado de sufrimiento. Históricamente este sufrimiento les ha llevado a un alto grado de trastornos mentales y su exclusión social. En una sociedad como la nuestra, donde el acceso a la salud es un derecho universal, privar a las personas transexuales de la única terapia conocida además de ilegal sería inmoral.
Una vez diagnosticada la disforia de género la gran pregunta es si someter a la persona transexual a una operación de reasignación, o cambio de sexo. No todas las personas transexuales quieren o pueden operarse. Pero es cierto que cuanto más joven es la persona que se somete a esta operación, mejores son los resultados en su calidad de vida.
Por eso, el debate abierto sobre la edad de la persona que se somete a una operación de reasignación es absurdo. Cuando un médico diagnostica una enfermedad de un paciente mayor de 16 años, éste tiene la última decisión de someterse al tratamiento que le ofrece la ciencia médica. Si es menor de 16, serán los padres quien lo decida.
Si a una persona de menor de edad se le diagnostica un cáncer ¿tiene lógica aplazar una operación quirúrgica necesaria hasta que cumpla los 18 años? Evidentemente no. Incluso existiendo riesgo para la vida del menor, los padres apostarán por ello.
¿Por qué entonces dificultar el acceso a un tratamiento terapéutico cuando está recomendado por el personal médico cualificado? La respuesta es sencilla. Nuestra sociedad aún no se ha librado de 1.700 años de oscurantismo sexual.

viernes, 8 de enero de 2010

Tertsch el Reaccionario

El periodista Hermann Tertsch, empleado en TELEMADRID, afirmó hace algunas semanas en su programa lo siguiente: “Y les aseguro que si yo puediera matar a quince o veinte miembros de Al Qaeda por liberar a nuestros tres compatriotas lo haría sin la menor duda”. La frase ha quedado oculta tras la polémica suscitada entre el sr. Tertsch y la cadena LA SEXTA por las parodias realizada en el programa EL INTERMEDIO entorno a su afirmación. Pero realmente la frase merece un estudio pormenorizado.
El ámbito en el cual el periodista Hermann Tertsch expresó dicha frase, un medio público de comunicación y durante un programa de noticias, impide considerarlas como una gracieta. Debemos aceptarla como una expresión firme, consciente y premeditada, que se corresponde realmente con su opinión.
En ella, el sr. Tertsch llega a afirmar que de tener ocasión (Y les aseguro que si yo puediera) llegado el caso (por liberar a nuestros tres compatriotas) no dudaría (lo haría sin la menor duda) en convertirse en un asesino (matar a quince o veinte miembros de Al Qaeda).
A pesar de su indignación por considerar que en el programa EL INTERMEDIO se le acusó cuatro veces de asesino, lo cierto es que el que se define como asesino es el propio Tertsch. La muerte intencionada de una persona en manos de otra, sino es por resolución judicial, es un asesinato. El que ejecuta un asesinato es un asesino. Hermann Tertsch afirmó que si puediera asesinar a quince o veinte personas lo haría, y solo pone una condición, que fuera por liberar a tres compatriotas secuestrados.
Aunque en el fondo debemos considerarlo un exabrupto, ya que viendole la cara nadie es capaz de imaginarse al sr. Tertsch asesinando ni a un mosquito.
¿Pero cual es realmente el pensamiento político del sr. Tertsch? Está claro que un post como éste y un autor como el que escribe, son insuficientes para analizar y produndizar en su pensamiento político, por falta de espacio por un lado, y falta de competencia por otro ya que no soy un compedio de filósofo, politólogo, antropólogo y psiquiatra como requeriría el caso.
Pero en el ABC de hoy tenemos una muestra del mismo, cuya lectura recomiendo encarecidamente. Citando a Bolz y Broder en un artículo de opinión, clama, entre otras cuestiones, contra el “pensamiento débil” que considera que debemos ser forzados a la igualdad por el bien de una sociedad supuestamente homogénea y sentimentalmente satisfecha con los dogmas de la religión del igualitarismo.
Primero parte de un hipótesis que con buen criterio “científico” considera innecesario comprobar: que la izquierda ha apostado por el igualitarismo como ideología. Luego, dan contenido a esa supuesta ideología, que en este caso es la que “que obliga a sus miembros desde la infancia a adaptarse al nivel del peor”.
“Pensamiento Blandy Bloo” lo llama mi docto maestro. El igualitarismo no es la ideología de la izquierda. El igualitarismo es una estrategia para promover las condiciones sociales necesarias para que todos tengamos realmente las mismas posibilidades. Es cierto que, por ejemplo en la educación, una insuficiente financiación impide a los centros educativos a ofrecer una educación a medida de cada uno de sus miembros. Pero el error no es pretender compensar las carencias del más desfavorecido, sino la falta de recursos en una “dictadura” de la bajada de impuestos.
El sr. Tertsch sigue desnudándose ya que afirma que uno de los mayores males del igualitarismo es “Porque estrangula la formación de elites y así la movilización de la sociedad en el progreso real” ¡Toma, toma, toma!, como diría Borja. Está claro que la apuesta del sr. Tertcsh es por las élites de toda la vida de dios. Por aquello de San Agustín, imagino, que el poder viene siempre de lo alto.
Pero debemos aceptar que el sr. Tertsch es también un humorista genial, ya que en este artículo afirma que “Ni puede equipararse a la cultura democrática occidental, que surge de la idea cristiana de que toda vida humana es un valor supremo” ¡el mismo que está dispuesto a matar a quince o veinte miembros de Al Qaeda! ¡Ay, señor, pero cuanto sentido del humor tiene este muchacho!
Aunque la afirmación que más me ha sorprendido, divertido, preocupado y aclarado es la siguiente: “Pero ya sabemos que éste [Tocqueville] era un puñetero aristócrata francés que merece estar más olvidado aún que Montesquieu”. ¡Arrea!, si quitamos a Montesquieu y a Tocqueville de en medio lo que nos da es el regreso al Antiguo Régimen. Es decir, el regreso ideológico al Imperio, los Reyes Católicos, el ¡Santiago y cierra España!. ¿Les suena? Hace cien años lo denominaban pensamiento reaccionario. Hace cincuenta, pensamiento fascista.

jueves, 7 de enero de 2010

El reto de la Diversidad

La biodiversidad como estrategia para la sostenibilidad, las políticas para promover estrategias que acaben con los monocultivos en la agricultura, la negativa de los matrimonios consanguíneos, etc, nos señala que en el mundo la diversidad en general se considera un valor positivo. Pero en cambio, en el seno de la sociedad la diversidad humana provoca inseguridad.
Afirmar que nuestras ciudades, pueblos y barrios son cada día más diversos es una obviedad. En nuestras poblaciones se entremezclan ciudadanos y ciudadanas de todo el país, de Europa y del resto de continentes. Es cierto que en España este fenómeno es muy nuevo, al contrario que en ciudades como Paris o Londres en las cuales desde hace más de 100 años la mezcolanza de razas, credos e ideologías las convirtieron en faros de civilización durante todo el siglo XX.
Primero la Inquisición, que eliminó cualquier posibilidad de diversidad religiosa, luego la lacra de nuestras guerras civiles (carlistas y franquistas)que dificultó la diversidad ideológica, y por último nuestra pobreza como nación tras la pérdida del imperio, que hizo poco atractivo nuestro país para generar corrientes inmigratorias, nos convirtió en una “rara avis” en Europa. Hasta nuestra vecina Portugal ha tenido tradicionalmente mayor diversidad étnica que nosotros.
La actual eclosión de diversidad social en España es el producto lógico de nuestro éxito como país. La libertad religiosa y política obtenida tras la transición así como el crecimiento económico de los últimos 25 años, nos ha convertido en una meta para todas aquellas personas que quieren vivir mejor y con mayor libertad. En este sentido, ya no tenemos nada que envidiar a países que otrora eran paradigmas de libertad, bienestar y respeto.
Pero la ciudadanía española no se ha preparado para este logro. Es natural que lo diferente, lo desconocido, provoque miedo, ansiedad, rechazo. Y este natural sentimiento es el que ha sacudido a los y las vecinas del barrio obrero sevillano de San Jerónimo, paradigma histórico por su capacidad de asimilación de la diversidad y la solidaridad entre sus miembros en los largos años oscuros del franquismo y la pobreza.
El desencadenante ha sido la posibilidad, que hoy por hoy parece descartada, de ubicarse en sus suelos una mezquita para atender a la población musulmana de la Macarena. Fijar el debate en mezquita sí, mezquita no, es un error del que solo salen beneficiados los más extremistas. Estoy seguro que todas las manifestaciones y concentraciones realizadas en los últimos meses, a favor o en contra del templo musulmán ha congregado mayoritariamente a buena gente, ciudadanos trabajadores que quieren seguir viviendo en un barrio obrero, tolerante y respetuoso con sus diferencias.
Pero los extremistas de ambos lados están queriendo sacar réditos políticos atizando la fácil hoguera del miedo a la diferencia o a la homogenización. La diversidad es buena para nuestro país. Mejora nuestra compresión del mundo, facilita a nuestros jóvenes experiencias fundamentales para competir en un mundo global, atrae a gente con iniciativa y otras perspectivas, y oxigenan, en definitiva, nuestras sociedades y nuestras mentes.
Claro que ello requiere una apuesta decidida por las políticas públicas, mejorando la red sanitaria y escolar, creando servicios de mediación en conflictos y atemperando los naturales miedos a lo desconocido. Cerrar los ojos a maniobras de los extremistas a la vez que se pide a gritos bajadas de impuestos que harán imposible estos servicios es el mayor de los cinismos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Nadie dijo que luchar no fuera peligroso

La vida de Gandhi, a pesar de su lucha no violenta, no fue sencilla. Pasó hambre, destierro, prisión. Cuando una persona toma la decisión de luchar por sus derechos o los derechos de los demás debe asumir que esa lucha puede tener graves consecuencias personales. Aún más, cuanto más riesgo supone su lucha, más valor tiene.
Porque, ¿que mérito tiene acabar con un régimen tiránico, con el tráfico de armas o el hambre en el mundo si se resolviese con un mando a distancia desde el sofá de casa?
Por eso, en los últimos tiempos tenemos dos ejemplos de personas que decidieron luchar asumiendo un importante riesgo personal: la activista saharagui Aminatu Haidar y el ecologista Juan López de Uralde.
El envite tiene sus riesgos. La lucha de Aminatu Haidar, para ser creible, debía ser a vida o muerte. La lucha de los y las activistas de GREENPEACE, para convencer, deben asumir que con sus actos pueden terminar con los huesos en la cárcel.
Afortunadamente para Haidar, el Reino de Marruecos no “aguantó” la presión internacional y tuvo que permitirle regresar a su país, el Sahara Occidental, aunque ahora la mantenga en un ilegal arresto domiciliario. Desafortunadamente para López de Uralde, la otrora democracia envidiada del Reino de Dinamarca ha mostrado una mayor intolerancia que el Reino de Marruecos y lo mantiene en prisión en condiciones de una dureza injustitifcable para un país de los que englobamos como desarrollado.
Y si criticamos al Reino de Dinamarca no es por encarcelar a López de Uralde, sino de aprobar leyes represivas que lo han permitido, ya que el dirigente de GREENPEACE era consciente del riesgo de su acto y sabía que podía terminar en la cárcel tal y como ha ocurrido.
En el otro extremo del compromiso moral de la lucha lo encontramos en una cada vez más desorientada jerarquía católica. Acostumbrados a la luchas de sacristía y de las discusiones absurdamente bizantinas, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Martínez Camino, amenazó “a los políticos que apoyen la nueva ley del aborto que se convertirán en "pecadores públicos" y, por lo tanto, no podrán comulgar”. Pero si el envite de Haidar y López de Uralde era sincero, exponiendo ambos su integridad física, la de Martínez ha carecido de autenticidad. La jerarquía católica, sin arriesgar nada en lo personal, es incapaz de llevar hasta el final sus amenazas. Y por eso los diputados, diputadas, senadoras y senadores católicos podrán seguir comulgando a pesar de haber votado a favor de la nueva Ley. Por ello, el colegio episcopal español debería aprender mucho de López de Uralde y Haidar, los verdaderos apóstoles de la dignidad.

viernes, 18 de diciembre de 2009

¿El culpable? ¿O un culpable?

Hoy se ha conocido la noticia de la puesta en libertad de James Bain, un ciudadano norteamericano condenado por el secuestro y violación de un niño de nueve años en 1974, y que 35 años después las pruebas de ADN han demostrado que no fue la persona que cometió tan brutal agresión.
Estoy seguro que este caso, que se une al menos a 245 personas solo en Estados Unidos, generará un nuevo debate sobre los sistemas jurídicos y penales de nuestras democracias occidentales.
Pero a mí me interesa sobre todo la parte de la víctima, el niño violado y su familia. Estoy seguro que cuando en 1974 el menor identificó al muchacho de 19 entre las cinco fotos de posibles sospechosos que les mostró la policía, su familia respiró tranquila. El horrible criminal ya estaba localizado, sería detenido y nunca más volvería a hacer algo semejante. Pero treinta y cinco años después, se confirma que el autor del crimen sigue libre, y que seguramente ha violado, y puede que matado, a más niños. ¿Qué sentirá esa familia?
Podemos hacer conjeturas. Una que se me ocurre es la negación de la prueba de ADN. Seguir convencidos que Bain es culpable puede ser tranquilizador: el culpable fue localizado y condenado, y en todo caso es ahora cuando hay que enfadarse por su puesta en libertad.
Otra hipótesis es que acepten los resultados de las pruebas de ADN y descubran horrorizados que el verdadero criminal no fue localizado ni juzgado. La última que se me ocurre es que a estas alturas de la historia, les da igual: la necesidad de resarcirse de una desgracia ya estaría saciada con la condena de un hombre, culpable o no.
Muchas veces me he preguntado cuando veo a la familia de una víctima imputar a una persona como el autor del crimen y exigir su condena, bajo el curioso argumento de “hacer justicia”, si lo que buscan es el culpable del crimen o a un culpable del crimen. Especialmente en los casos difíciles, donde la certeza es imposible, las víctimas y sus familias suelen mostrar una seguridad asombrosa. Además los supuestos culpables suelen ser, por lo que he podido observar sin rigurosidad científica, la persona o las personas señaladas al principio por la policía como autores más probables.
Es como si necesitaran agarrarse a un clavo ardiendo, los cuales una vez agarrados a ello son incapaces de admitir otra posibilidad. Porque a menos que exista una grabación videográfica del crimen, es difícil tener la certeza. El testimonio de los testigos, las pruebas circunstanciales, el interés o desinterés político, policial y judicial, la presión social, etc. se han mostrado muchas veces como elementos fundamentales para condenar a inocentes de los crímenes más espantosos.
Me pregunto cuántos inocentes son condenados en España, cuántos criminales permanecen en libertad gracias a esas condenas, y cuántas víctimas duermen tranquilas y satisfechas pensando que el verdadero criminal ha sido condenado.
Me temo que la necesidad de venganza, adecuadamente vestida de sed de justicia, de muchas víctimas y sus familiares, no exige la condena del culpable del crimen sino la de un culpable, a cualquiera que pueda ser inculpado con suficientes visos de credibilidad. Ello les permitirá dormir tranquilos sin percibir que con esta actitud se convierten a su vez en cómplices del crimen que han sufrido y verdugos de un inocente.
La noticia recogida por EL PAIS afirma “La víctima, que ahora tiene 44 años y sigue viviendo en Florida, sabe que Bain ha sido exculpado, según varias fuentes”. ¿Qué sentirá ese hombre que ahora puede tener la certeza que condenó a un inocente? ¿Qué sentirán, si viven, los padres de aquel niño violado sabiendo que a pesar de su tranquilidad el violador siguió libre, riéndose seguramente por la satisfacción de la familia por la condena de un inocente?
Posiblemente nada. Ocurrió hace tanto tiempo….

lunes, 14 de diciembre de 2009

Porque me sale del alma (católica, naturalmente)

Crear un blog te obliga a tomar decisiones nada intrascendentes. ¿Pongo mi nombre y apellidos a la vista? ¿Permito más o menos libertad para responder al lector o lectora que ocasionalmente dé con mi blog en la cibermaraña que es la blogosfera? ¿Me decanto por ser políticamente correcto o, al contrario, decido ser políticamente incorrecto? ¿Y si mando a la porra todo lo “políticamente” y escribo sin más límite que el respeto a la ley? ¿Debo responder a todas las críticas, a ninguna, o solo algunas?

Escribo esta parrafada, a modo de introducción de este post con el que pretendo reflexionar sobre algunos de los comentarios que han aparecido en este blog, para dejar constancia que esta bitácora, en su conjunto, es como es porque he querido que sea así. Si se pueden hacer libremente comentarios, aparecen y permanecen es porque así lo he decidido (en esto soy bakunista: provoca contra ti toda la oposición que tan saludable es). Si cualquier amable lectora o lector sabe quien está detrás de las palabras que lee (con microautobiografía incluida) es porque no me gusta ocultarme detrás de “anónimos”. Y cada post, mejor o peor escrito, es un esfuerzo de elegir el enfoque que más responda a lo que pienso, mejor se exprese y más respetuoso sea con la dignidad humana (que no la dignidad de las ideologías, los discursos, y las estatuas).

El post que más comentarios ha suscitado es el antepenúltimo titulado “Criminales católicos” y que escribí no por polemizar sino para expresar el rechazo que me produce cierta condescendencia social hacia algunas instituciones que, por su prestigio social o capacidad económica, son cubiertas por un manto de pudor. No sé si lo conseguí, posiblemente no, pero es un hecho mucho más común de lo que parece. Pero la respuesta de algunos ha sido iracunda. No las repetiré, puesto todas y cada una de ellas pueden ser leídas en su sitio.

Pero sí me gustaría reflexionar sobre algunos de los impulsos que me parecen vislumbrarse detrás de las mismas. Una cosa que me llama la atención es la ausencia de firma de los comentarios. De los siete comentarios recibidos, solo dos se identifican: uno a favor de mi texto y otro de sobria censura. Los otros cinco, dos han buscado Nicks de lo más revelador y tres se parapetan detrás del adjetivo “anónimo”, esto es, que no han cumplimentado el campo correspondiente.

El contenido es igualmente revelador. Pero además, siguen una línea argumental que se puede leer en otros foros web. Uno es el sentimiento de acoso que manifiestan. Comprendo que en el mundo de hoy, algo más libre del fanatismo de otrora, con mayores conocimiento sobre el universo y la evolución, la posibilidad de leer directamente los textos bíblicos en castellano (posibilidad negada por la Iglesia Católica durante siglos) y con la libertad suficiente para cuestionar los paradigmas culturales ancestrales, el discurso católico caiga por su propio peso. La respuesta de una parte de los y las católicas españolas es la de vivirlo como una nueva persecución hacia los cristianos. Por eso el empeño de equiparar al presidente Rodríguez Zapatero con Diocleciano, y la España de principios del siglo XXI con el Imperio Romano de principios del siglo IV.

La Iglesia Católica española no está perseguida, ni por supuesto las y los católicos individualmente. El desmoramiento del catolicismo es obra suya. Juan Mendoza, antiguo secretario general de la UGT Andalucía, afirmó en su día que una organización que no solo no crece sino decrece, termina siendo una secta. Y no pude estar más de acuerdo con él. El Concilio Vaticano II fue la respuesta de una iglesia en crisis. Los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, una verdadera política contraconciliar del Vaticano II, es la respuesta de una iglesia en pleno hundimiento. La pérdida de apoyo y compresión social está dando pábulo en el interior de la Iglesia Católica a las sectas más reaccionarias que fanatizan a sus “militantes” y les aleja, aún más, a los y las creyentes no dogmatizados, y provoca más y más con sus discursos incendiarios

Ese fanatismo les impide ver lo más evidente, lo que ve todo el mundo. Suelo decir, en plan jocoso, que Jesús era más bien torpe, que no habló sobre las cosas realmente importantes, y en cambio se dedicó a hablar de tonterías. ¿Sorprende?. Te animo a realizar una consulta muy simple. Busca en el Nuevo Testamento, en la edición de Nácar-Colunga (que fue mi edición de cabecera) cuantas veces, en San Juan, San Mateo, San Lucas o San Marcos, Jesucristo hace alguna referencia a temas realmente importantes para el Iglesia Católica española como la sodomía, el aborto o los matrimonio homosexuales, y en cambio cuantas dedica contra los ricos y los que escandalicen a los niños.

Recientemente, una brillante mente católica ha rescatado la cita de San Pablo (no os equivoquéis, viene a decir el Saulo bíblico, ni prostituta, ni sodomitas, ni fornicadores entrarán en el reino de los cielos) cuando dicha cita debería producir sonrojo, ya que según Cristo los únicos que no entrarán en el reino de los cielos serán los ricos (es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja…) y en cambio la adúltera sí entrará sin problema (ni yo te condeno tampoco, vete y no peques más).

Otro de los argumentos realmente estúpido es aquel acusa a los “laicista” de atacar a la Iglesia Católica y no tener "cojones" de atacar a los “moros”. El calibre de esta idiotez es tal que difícilmente se puede uno contener a responder con argumentos del mismo estilo. Pero me resistiré y solo diré que en sentido estricto lo más execrable del islamismo es semejante a lo más execrable del judeo-cristianismo. La ley del talión, la lapidación, los juicios de dios, la persecución a sodomitas y fornicadores, etc. son aberraciones propias de las religiones monoteístas. No hay peor cuña que la de la misma madera.

También me gustará reflexionar sobre la hipersensibilidad que muestras algunos católicos, ya que son capaces de usar términos realmente agresivos, como el de desorden moral contra los homosexuales y los bisexuales, y en cambio no soportan que se cuestionen sus más pueriles supersticiones. Pero ya hemos visto en AGORA, la última obra de Amenábar, la “sensibilidad” del catolicismo. Aunque quiero aclarar que según las fuentes históricas afirman que Hipatia murió descarnada viva (esto es, se le arrancó la carne hasta dejar las vísceras al aire). Incluso para un discreto homosexual como Amenábar al realidad era demasiado dura, así que vistió de compasiva eutanasia lo que era muestra palmaria de una crueldad infinita: la de los católicos primitivos.

Por último, responder a los y las católicas que quieran ponerme “verde” que, como bautizado, puedo opinar todo lo que quiera del catolicismo, el cristianismo y de su iglesia. Pero a la vez soy consciente que en sus mentes ya me habrán condenado y lapidado. Como hoy han hecho en Somalia un grupo de musulmanes con un fornicador. Tan lejos y tan cerca…

viernes, 11 de diciembre de 2009

Viva o Muerta

"Mi reivindicación es regresar al Sáhara Occidental con o sn pasaporte, viva o muerta" ha declarado recientemente la activisa Aminatu Haidar, marcando el límite a su huelga de hambre para regresar a su país de origen, el Sáhara Occidental, del que fue expatriana por el Reino de Marruecos.
Para seguir paso a paso el desarrollo de este drama (porque de drama se trata) recomiendo el blog de mi buena amiga Isabel Galeote, una mujer que desde hace años viene luchando por la causa saharaui con entusiasmo y sin desmayo.
Yo me quiero centrar no en las complicaciones políticas sino morales de una decisión valiente pero sin duda arriesgada: la huelga de hambre como forma de lucha pacífica contra los poderes instituidos.
Porque la huelga de hambre solamente tiene sentido si la realiza una persona sin capacidad institucional o coercitiva para determinar una política concreta, y solo se puede hacer contra un poder institucionalizado con cierta sensibilidad hacia los derechos fundamentales de las personas, o el miedo escénico al que dirán en el mundo, o a la pérdida de ingresos que se espera conseguir con el ejercicio de la violencia hacia la persona que se ha declarado en huelga de hambre.
Pero hay un elemento terrible en esta forma de lucha pacífica y que generalmente no se asume socialmente. Y es la necesidad de llevar hasta el final dicha determinación.
Una huelga de hambre que no parta de la asunción del todo o del nada, es una huelga de hambre güera. Por eso me parece terrible la lucha de Haidar. Porque veo la determinación en su mirada, y temo que finalmente se cumpla parcialmente su deseo: regresar en un ataúd a su Sáhara natal.