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jueves, 17 de enero de 2013

Ocurrió en Andalucía

Ayer me desperté escuchando las noticias de protestas de unas decenas de pueblo de Castilla La Mancha por el cierre del servicio de urgencias. Casualmente, a las 09:09 horas de esa misma mañana tenía concertada una cita con mi médico de cabecera del seguro de salud que tengo contratado, estando su consulta a un par de cientos de metros de mi domicilio.

Desde hace unos cuantos años, para pedir cita con mi médico no tengo obligatoriamente que desplazarme hasta su consulta o llamar por teléfono, sino que puedo hacerlo por Internet, así que hace una semana, antes de acostarme, me aseguré que me atendería el día que me venía bien.

Tras un buen desayuno, en eso no he perdido las buenas costumbres, y la consabida ducha matinal, me dirigí a su consulta. En el edificio, de líneas modernas, confortable, muy luminoso, adecuadamente calefactado, hay varias consultas médicas.

Todo estaba muy tranquilo, apenas había gente. En la recepción del amplio zaguán de la planta baja una persona era atendida, y un par esperaban junto al ascensor.

La de mi doctor está en la primera planta y subí como siempre por la escalera. La zona de espera es amplia, diáfana, con una enorme cristalera que da al patio de acceso al edificio. El diseñador eligió para la decoración el blanco para paredes y carpintería, que se volvía crema en la solería. En los paramentos, además del rótulo del doctor, se exhiben copias de grabados antiguos de la ciudad. Las sillas de cortesía de madera laminada, contrastan con su tono oscuro la luminosidad de la sala.

Siempre puntual, llegué a las 08:48 horas, y pregunté a las dos personas que habían sentada cual era la hora de su cita. El caballero me respondió que le habían citado para las 08:50 horas, y la señora me dijo que a ella le habían citado para las 09:00 horas. Dos minutos después, el paciente que estaba siendo atendido por mi doctor, abandonó la consulta y el médico salió a la sala de espera preguntando por el caballero. Mientras esperaba, me puse con mi tablet a revisar mi correo electrónico.

Sobre las 09:06 horas, el caballero abandonó la consulta y el doctor volvió a salir para recibir a la señora, que rápidamente entró en la misma. Pero debió ser poca cosa, porque a las 09:11 horas salió junto al doctor, quien me recibió amablemente. La consulta de mi médico de cabecera no es muy amplia pero sí funcional. En primer lugar está su mesa, donde atiende al paciente. Detrás, una elegante mampara de cristal al ácido corona un murete de media altura divide la habitación, tras el cual se esconde la camilla y diverso material médico. La pared del fondo no llega hasta el techo, ya que una lámina de cristal permite que entre la luz del patio trasero del edificio. En la pared de mi izquierda está la puerta que comunica la consulta con la de su colega, una doctora a la que conozco y me ha tratado en alguna ocasión.

Tras atenderme tan cordial  y profesionalmente como siempre, mi doctor de cabecera me informó que la medicación recetada iba grabada en la tarjeta sanitaria que me suministró mi seguro de salud, pero me entregó un informe impreso con instrucciones para consumirlos con seguridad. Y a las 09:20 horas estaba abandonando la consulta.

De camino al trabajo me paré en una farmacia, entregué mi tarjeta sanitaria y amablemente me dispensaron la medicación. Pagué el costo de los medicamentos sin recargos ni euros sanitarios, y me dirigí a mi trabajo.

Mi seguro de salud se llama Servicio Andaluz de Salud, y ocurrió en Sevilla.

viernes, 20 de abril de 2012

Los 40.000 asesinatos del PP

A pesar de lo que pueda afirmarse, casi nadie piensa realmente que el aborto sea un asesinato, ni siquiera la Iglesia Católica. Si lo creyese realmente, el bautismo no se dejaría para después del parto, sino que se produciría en el momento más próximo al de la concepción. Esto es, al momento en el que la unión de un espermatozoide y un óvulo da paso a un embrión. De lo contrario, la Iglesia Católica sería cómplice de que millones de almas pre-católicas pululen inconsolables por el espacio ignoto del limbo.

Como yo tampoco lo creo, como no creo que el aborto sea un asesinato, nada puedo y nada debo reprochar al gobierno Rajoy ni a la amplísima mayoría absoluta de diputadas y diputados del PP, que con su inacción siguen permitiendo que desde que se formó el actual gobierno de la Nación, en España se hayan practicado alrededor de 40.000 abortos.

Pero si yo creyese que el aborto es un asesinato, me espantaría tener la certeza moral que la sangre de 40.000 seres inocentes manchan las manos del gobierno de la Nación por no eliminar el aborto en España por Real Decreto-Ley; si realmente creyera que el aborto significa sacrificar a un ser humano, no podría consolarme de haber votado a parte de los 186 diputadas y diputados (muchos de ellos católicos de comunión semanal) que con su preocupación en cosas banales (el medicamentazo, la contra-reforma laboral, etc.) toleran que el gobierno que sostienen siga permitiendo que cada día, cada hora, cada minuto, un ser humano inocente caiga bajo la cruel y asesina espátula de un médico (o médica) desalmado.

Pero me quedo tranquilo: como realmente nadie lo cree, ni siquiera las decenas de miles de católicos que se manifestaron a favor de la vida en Madrid durante los gobiernos de ZP, que el aborto sea un asesinato, nadie podrá acusar al PP de asesinos.

¿O sí?

viernes, 28 de enero de 2011

Malos humos

Para debatir sobre la Ley que limita el consumo de tabaco en espacios públicos y cerrados hay que tener primero en cuenta que viene condicionado por un poderoso lobby, el de las empresas de tabaco. Como afirma Armando Peruga, presidente de la Iniciativa Libre de Tabaco de la Organización Mundial de la Salud, en una noticia recogida por el diario PÚBLICO, las tabacaleras mantienen a lo largo del mundo las cinco tácticas para debilitar el consenso:
El tabaco no es tan malo: Una de las tácticas que, según Peruga, emplea la industria tabaquera, en muchos casos a través de líderes de opinión, es relativizar los riesgos del tabaco sobre la salud, aunque sin llegar a negarlos, dando a entender que sólo el abuso de esta droga acaba siendo mortal.
La libertad, en peligro: Otra de las estratagemas es plantear la cuestión en términos de libertades individuales, no de salud pública.
Perjuicios económicos: Decir que se generan perjuicios económicos “no probados” sería otra de las estrategias. “Los estudios rigurosos que existen demuestran que no hay ningún impacto negativo”, dice Peruga.
La ley no se cumple: Hacer creer que la ley no se está cumpliendo, elevando a categoría ejemplos puntuales de insumisión, es otra de las argucias.
Recurrir a los tribunales: Aunque aún no ha ocurrido, el experto de la OMS no tiene dudas de que la ley acabará siendo recurrida, como ya se han planteado los hosteleros gallegos.
No hay que olvidar que además FHILIP MORRIS patrocina a la Federación Española de Hostelería (FHER) lo que sin duda las empresas de hostelería, aunque no pierdan dinero por la Ley, tienen un interés económico en promocionar el consumo de tabaco.
Soy también consciente que realizar una aportación original al debate sobre la limitación del consumo de tabaco es prácticamente imposible, como también que si fuese un hombre juicioso callaría si no voy a decir nada nuevo. Pero como en la canción infantil, yo no soy juicioso ni lo quiero ser, y por ello no me resisto de aportar mi granito de argumentos.
En primer lugar, quiero analizar el argumento de los que se manifiestan en contra de la ley que limita el consumo de tabaco en espacios públicos al negar la autoridad del Estado para regular dicho consumo, o directamente tildar de totalitaria la filosofía que soporta esa limitación. Para ello habría que estudiar otras regulaciones del propio Estado limitando el consumo de productos cuyo comercio sea legal. Y rápidamente comprobamos que no solo existen sino que además con gran aplauso de la sociedad general, como en el caso de limitar el consumo de alcohol en vía pública, con el agravante que si un ciudadano consume alcohol en una plaza pública sólo expone su salud, y en cambio el fumador expone además de su salud las de los que están a su alrededor. ¿Cuál es la diferencia sustancial de la crítica feroz de deslegitimación del Estado para regular el consumo de tabaco y no lo hace hacia la regulación de los municipios para prohibir el consumo de alcohol en la vía pública? Fundamentalmente se reduce, además de las campañas incentivadas por las tabacaleras, a una cuestión de edad, de clase y de raza: los consumidores de alcohol en vía pública son jóvenes de clases populares o sin techos, nacionales e inmigrantes, y en cambio los críticos con la limitación del consumo del tabaco son los “wasp” españoles: blancos, adultos y con ingresos regulares.
En segundo lugar quiero plantear la legitimidad moral, que no legal, de un fumador o una fumadora para cuestionar una ley que regula, limita y prohíbe el consumo en determinados espacios públicos de la sustancia de la que depende. Porque las y los fumadores, tal y como han demostrados estudios psiquiátricos, y al igual que alcohólicos, heroinómanos, ludópatas, etc., en su mayoría son personas que no pueden abandonar ese hábito no por falta de voluntad sino por su salud mental o, mejor dicho, por sus trastornos mentales. Por lo tanto, la defensa del consumo de tabaco está condicionada por su dependencia lo que no les hace ser ciudadanos objetivos, ya que hablan a través de su adicción. En este sentido es comparable a la defensa del amor sexual entre adultos y niños que realizan los pederastas: son enfermos que justifican su trastorno.
Por último, hay un discurso que pretende hacer potestativo del trabajador de un establecimiento el soportar o no los humos de los clientes. En este sentido, debemos considerar que el derecho a la salud está por encima del derecho al pacto individual entre empresario/empleado, al igual que ocurre con la compensación económica de las vacaciones legales, prohibida por la Directiva 03/88/CE del Consejo, de 4 de noviembre de2003, relativa a determinados aspectos de la ordenación del tiempo de trabajo, que ha sido ratificado por diferentes sentencias del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, entre otras, S. TJCE 16-03-06, C-131/04 y 257/04, y S. TJCE 6-4-06 C-124/05. Por ello, no depende del trabajador realizar sus tareas en un espacio con humo de tabaco y por lo tanto no es posible fumar en cualquier espacio donde un trabajador por cuenta ajena desarrolle su labor. Es más, ni siquiera se puede fumar en un domicilio privado si en el mismo desarrolla sus tareas laborales personal del servicio doméstico, ya que se vulneraría el derecho de ese trabajador a su salud laboral.
Por todo ello, entiendo que los que en estos momentos defienden y consumen tabaco en espacios prohibidos por la legislación estatal lo hace bien subvencionados por las empresas del sector, bien impulsados por un trastorno mental que les hace reos morales de rebelión a la ley y de agresión a la vida de los trabajadores.