Mostrando entradas con la etiqueta Marruecos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marruecos. Mostrar todas las entradas

miércoles, 18 de agosto de 2010

Amores marroquíes.

Desde hace años albergo una certeza: las élites marroquíes admiran a Francia y aman a España. El problema para los españoles, es que ese amor se manifiesta como el amor de un amante despechado, haciendo verdad la letrilla famosa: “Ni contigo ni sin ti, tienen mis penas remedio: contigo porque me matas, y sin ti porque me muero”. O con el amor del niño malcriado hacia una madre distante, de la que quiere llamar su atención con rabietas y gamberradas.
Las élites marruecas se saben inferiores a las francesas, a las que admiran, pero se imaginan iguales a las españolas. Y por eso (algo parecido pasa con Portugal) llevan muy mal la indiferencia española hacia ellos.
Sostengo que la sociedad española procesa el rechazo con indiferencia. Cuando en 1640, Juan IV declaró la independencia de Portugal de la España de Felipe IV, las tropas lusas apostadas en la frontera esperaron en vano la llegada de los ejércitos castellanos, al punto que el duque de Medina-Sidonia de la época afirmó que si hubiera sabido lo fácil que era independizarse de la monarquía hispánica se habría declarado rey de Andalucía. No llegaron las tropas españolas pero sí enviamos nuestra indiferencia, hasta el punto que Portugal sigue siendo para la mayoría de la sociedad e incluso para nuestras élites un territorio ignoto situado entre Extremadura y el Atlántico.
De la misma forma, y a pesar de Joaquín Costa, la sociedad española ha asumido que, parafraseando a Ortega, Marruecos es el problema. Y con esta sentencia muestra la mayor de las indeferencias que tan mal sienta a las élites marroquíes. Si somos iguales, ¿porqué nos desprecian? se deben preguntar a diario.
La respuesta oficial de las élites marroquíes, representadas en el majzen medieval, siempre ha sido la misma: llamar nuestra atención periódicamente.
Hace años tenían la solución a mano, los barcos pesqueros españoles. Cada vez que Marruecos sentía la necesidad de llamar la atención del hermano español, retenían un par de barcos y ya tenían la atención de la sociedad española durante una temporada. En este sentido, el mayor error de la monarquía marroquí fue finiquitar a finales del siglo XX el convenio de pesca, ya que con ello perdía un recurso fácil de llamar la atención de la sociedad española.
La siguiente vez que las élites marroquíes quisieron llamar la atención del hermano español se encontraron que no tenían barcos que apresar, así que a alguna “lumbrera” se le ocurrió apresar un barco pétreo varado en mitad del Estrecho: la Isla de Perejil.
Acostumbrados como estaban a que las periódicas llamadas de atención se solucionaran con un indemnización y algo de cariño y dedicación de la prensa española, se sorprendieron cuando el presidente Aznar (que como buen resentido es humilde ante los grandes y chulesco ante los pequeños) mandó a la Armada a desalojar a los pobres gendarmes marroquíes que ocupaban el islote.
Ahora a otra lumbrera se le ha ocurrido la brillante idea de llamar nuestra atención con un conflicto fronterizo fantasma en Melilla que a la primera de cambio se infla y se desinfla como el globo que es.
Las élites marroquíes deben asumir que hoy por hoy la sociedad española no considera a Marruecos ni el hermano pequeño ni el primo lejano, y que acumular horas en los telediarios y páginas en la prensa no significa que el hermano español le dedique atención, más bien lo contrario, retroalimentan el hartazgo y la indiferencia social española hacia Marruecos. Si realmente la monarquía alauita quiere que la sociedad española sea un aliado firme en el continente europeo debe comenzar a comprender que emocionalmente la sociedad española solo valora las muestras de admiración. En cuanto nos dicen lo buenos que somos, ronroneamos como gatos. En cambio, el desdén con desdén pagamos.
Por otra parte, la sociedad española y sus élites no pueden mantener indefinidamente esa mirada tan mesetaria de considerar África todo lo que hay después de Gibraltar. Cierto que desde el rabo todo es cerdo, pero Marruecos es mucho más que África, es el cerrojo de la llave que posee España. El empeño de las potencias europeas desde el siglo XVI de evitar que España dominara en solitario el Estrecho se ha transformado en el esfuerzo de las potencias mundiales de evitar el acuerdo de ambas monarquías que controlan sus orillas. Pero además, Marruecos es el socio natural de más de media península, y sustituir a Francia en el corazón magrebí es posible.
Pero lo que hoy tenemos es a un Aznar que se imagina Santiago a caballo que en la frontera melillense cierra España, unos “militantes” de los derechos humanos controlados por el largo brazo del majzen y una sociedad española tan cansada del conflicto marroquí como de las gotas frías que periódicamente asolan nuestros pueblos y ciudades.