La castidad designa la abstención de todo goce carnal, es decir de relaciones sexuales, entre seres humanos. Su práctica reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen socio patológico permanece en gran medida inexplicado, pero se vincula históricamente a prácticas religiosas que castran psicológicamente a la persona. La castidad es contraria a la ley natural y a la biología. Impide el don de la vida. No proceden de una verdadera libertad afectiva y sexual, y por lo tanto la castidad no puede recibir aprobación social en ningún caso.
Un número apreciable de hombres y mujeres de distintas religiones practican o intenta practicar la castidad. No eligen libremente la castidad sino que son obligados y obligadas a ello como prueba de fe en dichas religiones. Por ello, las personas que practican la castidad deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta.
Las personas que practican la castidad están llamadas a mantener relaciones sexuales. Mediante terapias que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la sexualidad plena.