domingo, 19 de abril de 2015

Andalucía, ahora ¿qué?



Cuando escucho, o pienso, plantear hipótesis sobre lo que va o ocurrir en el futuro, especialmente en cuestiones políticas, siempre me acuerdo de la infeliz pitonisa parisina, de gran éxito entre la alta burguesía de la Belle Epoque,  de la que nos habla Guy Bechtel en su libro  Los Grandes libros misteriosos (Plaza y Janés, 1977). Este autor, a la hora de analizar los libros proféticos, recordaba el pronóstico de la adivinadora publicado por un periódico de la capital francesa en los primeros días de la Gran Guerra, en el que afirmaba que la misma duraría apenas unos meses y terminaría con la entrada triunfal de las tropas galas en un Berlín derrotado y humillado. Bechtel nos advierte que la mayoría de las proyecciones o adivinaciones, son más útiles para saber lo que piensa la persona que las emite que para conocer el futuro.

Por eso siento mucho pudor de aventurar escenarios, especialmente los políticos. Pero una mezcla de narcisismo (por aquello de poder decir “ya lo dije”) como necesidad de ordenar ideas, me ha animado a escribir este post sobre lo que puede ocurrir políticamente en Andalucía en los próximos meses tras las elecciones autonómicas del 22 de marzo, en el que intentaré separar mi análisis de lo que creo que sería la estrategia oportuna de los distintos partidos y de lo que me gustaría que pasara.

El mantenimiento de parlamentarios por parte del PSOE respecto a 2012, que no de votos, y el pinchazo de las expectativas de PP y PODEMOS, noqueó a los que esperaban un descalabro de los socialistas y la euforia de quienes lo temían. Pero pasadas algunas semanas, la realidad se impone, y el panorama se antoja mucho más complejo de lo muchos pensaron la misma noche de las elecciones.

La primera pregunta a responder sería si Susana Díaz acertó o no en disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas, habida cuenta que disponía de una mayoría más o menos estable y un presupuesto para el año 2015. Soy de la opinión que la convocatoria fue un coctel en el que se mezclaban muchos factores, de interés general y particular, de cálculo electoral pero también de estabilidad.

El discurso que cuestionaba la legitimidad de la presidenta, al no ser el PSOE la fuerza más votada en 2012 y haber recibido la responsabilidad tras la dimisión de José Antonio Griñán, había calado no sólo entre gran parte del electorado socialista sino que percibo también había llegado a San Telmo. Además, la instrumentalización de la corrupción hacía necesaria visualizar la mayor ruptura, dentro de lo posible, con los gobiernos anteriores, ya que la gestión política diaria, y cualquier éxito de la misma, estaba lastrada por el pasado.

La estabilidad gubernamental dependía de una fuerza muy inestable, Izquierda Unida, cuya dirección en Andalucía estaba cuestionada constantemente en lo interno por la posición de la CUT y muchos militantes que había aceptado a las trágalas el referendo interno celebrado en su día, y las cada vez más evidentes maniobras de la dirección federal de IU, o una parte de ella, incómoda con el bipartito andaluz, que a tenor de lo expresado por la fuerza emergente PODEMOS, dificultaba cualquier confluencia con el PCE y sus socios.

A la postre se ha demostrado que este argumento era sólo parte de la estrategia de los de Iglesias y los suyos para socavar una de las fortalezas de IU (como se ha demostrado en los movimientos de confluencia para las municipales donde PODEMOS ha demostrado que su único interés es arrebatar espacio electoral y cuadros a IU, hecho que ha sido denunciado en los últimos días con gran enfado por Cayo Lara) pero que hasta marzo había calado en la federación de izquierdas, especialmente entre los más próximos a Alberto Gazón. Contra lo que sostienen muchos, especialmente desde IU, la consulta a las bases en verano sobre la continuidad del pacto, que tengo la convicción de que era una patada hacia delante de la dirección andaluza de IU que no reflejaba ninguna intención real de provocar la ruptura con el PSOE, colocaba a Susana Díaz es una de las posiciones políticas que menos le gusta: estar a merced de acontecimientos sobre los que no puede ejercer ninguna influencia.

El cálculo político de los beneficios y perjuicios de ser la primera o la última en enfrentarse a PODEMOS también creo que influyó en el ánimo de Susana Díaz a la hora de tomar una decisión.

Por último, también creo que pesó su intención de reforzar su papel dentro del PSOE (con su postulación o no a las primarias que se convocará en verano para elegir al candidato socialista), ya que su previsible victoria adquiriría mayor relevancia antes de una posible victoria de Pedro Sánchez que después. En estos momentos, el liderazgo electoral del PSOE es Susana Díaz, pero si se hubieran celebrado las elecciones en 2016 con Pedro Sánchez en la presidencia del gobierno, los mismos resultados, o incluso mejores, no tendrían la misma virtud en el corazón de la mayoría de los y las socialistas.

Estoy seguro que influyeron muchos más factores, algunos de los cuales nos iremos enterando en los próximos meses y años, y algunos de los cuales no nos enteraremos nunca. Pero el resultado de todo ello ha sido que los resultados del 22 de marzo han provocado una foto fija política, muy alejada de las expectativas de las fuerzas que concurrieron, por defecto en la mayoría de los casos, pero también por exceso en el caso de CIUDADANOS.

El PSOE ganó las elecciones, y repetir escaños, con la que está cayendo, ha sido todo un éxito, pero parece insatisfactorio si lo que se pretendía era rozar la mayoría absoluta. ¿Tenía la convicción Susana Díaz que podía rozar o superar los 50 escaños? No tengo información cierta, pero tengo la impresión de que sí podría creer que lo rozaría (¿49 era la cifra mágica?) pero que no lo superaría. Por lo tanto, su satisfacción el día de la noche electoral vendría más por saber el descalabro del anterior ganador, el PP y lo alejado que quedaba el PSOE del resto de fuerzas, que por haber alcanzado su objetivo.

El PP, PODEMOS e IU fueron los grandes perdedores, y eso suele llevar a dos estados emocionales, muchas veces no excluyentes: el decaimiento o la necesidad de venganza. Y en ello andan. El PP andaluz y su electorado se siente víctima de todos, de la dirección del Partido, del presidente del gobierno de la Nación, de una aviesa Susana Díaz, y de su propio candidato. PODEMOS, pero sobre todo parte de su militancia, habían caído en las fantasías de sus propios orgasmos demoscópicos aderezados convenientemente por las redes y ciertos medios de comunicación, que les llevó a soñar, más allá de cualquier elemento racional, en el sorpasso, quedando el partido de Teresa Rodríguez por delante del de Susana Díaz. Por ello, el magnífico resultado obtenido ha sabido a ceniza en el paladar de muchos de los suyos.

IU, por su parte, ha sido realmente la que más ha perdido en estas elecciones. Ni los favorables al pacto con el PSOE han salido satisfechos con la experiencia, ni los de la CUT, que apostaron desde el principio por  no suscribirlo y que antes de las elecciones habían abandonado IU, por más que posteriormente Sánchez Gordillo, tras ser menospreciado por los de PODEMOS, haya afirmado que se siente primo (esperemos que sea en el sentido familiar) de la federación de izquierdas. Y los 5 escaños alcanzados se antoja una verdadera tragedia a una formación que aspiraba a ser determinante en la nueva legislatura y que queda reducida a la nada porque ni siquiera Susana Díaz los necesita para convertirse en la primera presidenta electa andaluza.

Para mí, el único vencedor de las elecciones ha sido una fórmula exógena como CIUDADANOS, que con un candidato desconocido, un presidente impresentable como Albert Rivera, y un programa electoral claramente anti-autonomista, han conseguido 9 escaños. Tengo la convicción que en Andalucía la buena racha de este partido alcanzará su clímax en las elecciones municipales de mayo, pero que para las generales de noviembre ya se verá su declive.

He dejado escrito que este tipo de derrotas llevan al decaimiento o la venganza. Y parece que éste es el sentimiento que se ha impuesto en gran parte de las direcciones del PP e IU, menos en la de PODEMOS, pero sí entre su electorado: al enemigo, ni agua, parece ser el leitmotiv entre las bases y una parte significativa de los votantes de las tres formaciones.

Todos parecen coincidir que hasta después de las municipales del 24 de mayo ninguna fuerza se planteará su abstención en el Parlamento para facilitar la elección de presidenta a Susana Díaz.

Entre los favorables a PODEMOS e IU parece cundir la convicción, que sería la profecía auto-cumplida promovida desde sus filas, que la responsabilidad de Estado del PP o el pacto secreto entre PP y PSOE de apoyarse mutuamente en Sevilla y Madrid, llevará a los conservadores-liberales (¡que engendro conceptual!) a abstenerse antes o después, de forma que se evite la repetición de elecciones.

Para los que hayan tenido la preocupación de analizar la trayectoria de Susana Díaz desde sus tiempos de Juventudes Socialistas, la lideresa andaluza del PSOE ha demostrado una gran capacidad de llegar a acuerdos incluso desde posiciones antagónicas, pero sobre todo para ganar en los escenarios más complicados. Como dicen un líder sevillano del PSOE, “se enfrenten quienes se enfrenten, al final siempre gana Susana”.

Pero esta vez creo que Susana Díaz no sólo tiene pocas cosas que ofrecer para llegar al pacto, sino que además puede tener un interés sincero de no llegar a él. Todos parecen dar por hecho que la repetición de las elecciones es un mal escenario para Andalucía pero que es inevitable.

¿Qué gana o pierde el PSOE de Susana Díaz si no consigue que algunas de los grupos relevantes (todos menos IU) se nieguen a abstenerse en las votaciones de investidura y se tiene que convocar elecciones? En el día a día hasta la nueva cita electoral gana más que pierde: con un presupuesto aprobado y la excusa de la ingobernabilidad, puede mantener sus estructuras gubernamentales durante seis meses más (es decir, sus cuadros, asesores, etc.), seguir usando el presupuesto sin control parlamentario y desarrollando políticas sociales en un entorno económico más favorablemente que le permite gastar más en sanidad, educación y servicios sociales, etc. En cuanto al resultado de una nueva cita electoral, la gestión de estos meses y un manejo adecuado del victimismo, puede llevar a muchos votantes que no lo han hecho en marzo, desencantados con PODEMOS y CIUDADANOS, a dar su apoyo al PSOE.

El PP tiene poco que ganar absteniéndose en las votaciones de investidura de Susana Díaz y mucho que perder. La sangría que ha sufrido y que tanto ha beneficiado a CIUDADANOS, ha sido la percepción de que es necesaria la ruptura de un status quo, conformado por dos grandes fuerzas (un bipartidismo imperfecto que no está llamado a ser derrotado sino sustituido por las fuerzas emergentes). Por eso, favorecer la elección de Susana Díaz, aunque sea con la abstención, podría no ser lo más recomendable.

Y no sólo por la necesidad de venganza, que tras la derrota sin paliativos del 22 de marzo es el sentimiento más extendido entre sus cuadros y votantes, sino porque dando por hecho que esos 30 parlamentarios son su suelo electoral a prueba de bombas, unas nuevas elecciones autonómicas en medio de un nuevo ciclo económico expansivo (que tardará en ser percibido pero que lo hará antes que después), la posibilidad de dar a conocer más un candidato tan encantador en lo personal como desconocido y extraño en lo político, y la explosión de la burbuja de CIUDADANOS, puede llevar a recuperar en seis meses algunos de los 17 escaños perdidos respecto a 2013.

Y es que el argumento del gran pacto PP-PSOE difundido interesadamente por algunos desde posiciones de izquierdas o desde la centralidad del tablero, es tan falso como creíble. El PP ya ha demostrado en el pasado que poner en riesgo la estabilidad del Estado es un costo asumible si el premio es el liderazgo y la gobernanza, como confesó José María García respecto a la estrategia desarrollada, en tiempos de Felipe González, por José María Aznar como presidente del PP.

PODEMOS, que puede desarrollar estrategias arriesgadas sin perder la comprensión de los suyos, está atrapado en su propia envolvente antes de las elecciones generales. Sus votantes se distribuyen entre los que odian al PSOE, entres los cuales la frustración por el resultado del 22 de marzo no ha ayudado precisamente a superarlo, y los que esperan que los de Iglesias oxigenen un gobierno de izquierda. Desde la oposición y con un gobierno del PSOE en minoría, el grupo parlamentario de Teresa Rodríguez podría visualizar su estrategia de ruptura desde la izquierda. Y como parecen estar convencidos, según me comentan, que el PP se va a abstener y que Susana Díaz no será capaz de aceptar sus cuatro líneas rojas, tienen la convicción de que lo más correcto para sus intereses electorales de las próximas generales es permanecer en sus treces.

Pero a mi entender, esta estrategia adolecería de varias debilidades. Primera es la convicción de que el PP finalmente se abstendrá, cosa que creo que no ocurrirá. La segunda, la certeza de que Susana Díaz no aceptará las líneas rojas. Y es que de las cuatro sólo una no puede aceptar en este momento pero que en los próximos meses, posiblemente antes de junio, estará resuelta. Tengo la convicción que tras el pronunciamiento del Tribunal Supremo los ex presidentes Chaves y Griñán renunciarán a sus actas. Si son imputados, cosa que no creo, porque es el compromiso de Pedro Sánchez y Susana Díaz, es decir, de todo el PSOE. Y si no son imputados, porque ya no hay nada que temer de la jueza Alaya, y seguirán el ejemplo de Alfonso Guerra abandonando la actividad política parlamentaria.

Una vez que ocurra esto, es decir que Chavez y Griñán ya no tengan aforamiento, el resto de exigencias son asumibles para una Susana Díaz curtida en los pactos más extraños y difíciles. La incorporación de funcionarios interinos, va en línea con lo planteado con el PSOE y es posible gracias al cambio de ciclo económico; trabajar con entidades bancarias que no desahucien (es decir, con banca ética) tampoco será un obstáculo para quien prioriza su supervivencia política sobre las ganancias de los accionistas de las entidades bancarias clásicas; y reducir el número de asesores no sólo no es un obstáculo sino que puede ser una oportunidad para Susana Díaz para  “limpiar” la casa sin coste en lo interno, ya que es consciente de las propias limitaciones de sus responsabilidades, tanto al frente del gobierno y del PSOE de Andalucía, para desembarazarse del colesterol orgánico adherido tras 32 años de gobierno.

Por eso, la seguridad de PODEMOS de que su estrategia de líneas rojas le protege de tener que mojarse, se me antoja inocente. Si Susana Díaz acepta el envite, por estrategia de gobierno (esto es, ser elegida presidenta) o electoral (poner contras las cuerdas a PODEMOS antes de unas nuevas elecciones), ¿cuál va a ser la reacción de los 15 parlamentarios del grupo de Teresa Rodríguez? ¿Nuevas líneas rojas? ¿Aceptar la investidura? Sea cual sea, se me antoja un escenario muy alejado de la zona de confort de los seguidores de Pablo Iglesias.

Por su parte, tengo la convicción de que CIUDADANOS vive su particular vía crucis esquizofrénico. Por un lado, la dirección andaluza, representada por Juan Marín, tiene un interés real por entrar en el gobierno andaluz. Por otro, Albert Rivera no. Y es que las diferencias son más profundas de lo que pueda parecer. El catalán Rivera es  profundamente antinacionalista lo que le lleva a ser anti-autonomista. Juan Marín al contrario, como casi la mayoría de los andaluces, es una autonomista al que le gustaría mayores dosis de autogobierno. Este enfrentamiento, que posiblemente aún no es percibido por casi nadie, podría suponer a medio plazo una crisis importante dentro de la formación naranja.

Y a corto plazo, la nueva formación de derechas no tiene ningún aliciente electoral de visualizarse a nivel nacional como el tonto útil socialista para mantener el feudo andaluz, y prefiera mantenerse en la opción de votar en contra. Pero es cierto que la exigencia que plantean los de Marín a Susana Díaz es aceptable: asumir su Código Ético. Pero creo que si bien el PSOE hará esfuerzos en aceptar la propuestas de PODEMOS, con la convicción de que no se llegará al pacto, evitará aceptar las de CIUDADANOS, cada día más visualizado como una fuerza de derechas centralista, que daría la impresión de que prefiere las muletas de la derecha que de la izquierda.

Por su parte IU sigue dando respuestas equivocadas a preguntas erróneas. Parecía en 2013 que habían aprendido las lecciones de 1996, cuando la pinza de Luis Carlos Rejón, plasmación práctica de la teoría de las dos orillas de Anguita, llevó al despeñadero a la formación de izquierdas. Pero no. La lección no se había socializado, y ni por parte de las bases ni por parte de la dirigencia habían aprendido algo. Abrazar al oso, es decir al PSOE, es peligroso. Pero abstenerse de hacerlo o pactar con el cazador aún lo es más. La irrupción de PODEMOS, y una dirigencia y militancia más pendiente de los odios que de las oportunidades, ha impedido rentabilizar en términos electorales ha sido una buena gestión política.

Pero sobre todo, lo que ha quedado claro es que para construir una alternativa eficaz al PSOE en Andalucía hay que aceptar dos hechos: que el 28 de febrero fue un éxito colectivo del pueblo andaluz y que por mucha corrupción que pueda haber, la gestión de 32 años de autogobierno no puede reducirse a cuatro hechos paródicos (corrupción, redes clientelares, mediocridad y atraso). Porque además de ser falso, es un insulto a la inteligencia y/o a la dignidad de quienes durante décadas ha sostenido un gobierno del PSOE. Con esos argumentos no se puede esperar el voto de quienes han vivido los mejores años de la historia de Andalucía. Con esas descalificaciones no puedes esperar los votos a los que acusas de haber permitido un escenario de terror.

¿Cuál es mi opinión sobre lo que deberían hacer los partidos políticos con representación en el Parlamento de Andalucía? Cumplir el mandato del pueblo andaluz. El PSOE gobernar, por mucho que su secretaria general pueda tener la tentación de provocar unas nuevas elecciones. Y al resto de partidos, permitir el gobierno de Susana Díaz mediante la abstención de todos los grupos parlamentarios de la oposición. Esta sería, por lo tanto, mi deseo racional.

Pero no puedo negar que lo que me pide el cuerpo son nuevas elecciones. Nadie está a salvo de sus propias miserias emocionales. Ni la pobre pitonisa de Bechtel ni un servidor.

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