viernes, 30 de mayo de 2014

El falso debate de Madina, Chacón, López y el Aparato.

Desde al menos 2012, los y las militantes del PSOE de San Jerónimo, Sevilla, apoyamos que la elección de todas las secretarías generales de nuestro Partido se realizaran mediante votación directa y secreta de la militancia. Asímismo, desde hace más de dos años, defendemos la necesidad de la celebración de primarias “a la francesa” (es decir, abiertas también a simpatizantes) así como la eliminación de avales. En tal sentido se presentaron enmiendas al 38º Congreso Federal, celebrado en Sevilla.

El debate que se está produciendo estos días, siendo de gran interés, no ocultan un intento de manipulación a favor de intereses concretos de la dirigencia, pero no de la militancia de base.

Porque el orden de factores en este caso (primero Congreso y después primarias o al revés) no afecta al resultado, siempre que se tenga claro que en este nuevo tiempo la secretaría general y la candidatura a la presidencia del gobierno de la Nación no sólo no tiene porqué coincidir, sino que no debe coincidir.

Dentro de la tradición del PSOE la bicefalia siempre se ha contemplado como un escenario negativo, sobre todo tras la elección de Josep Borrell como candidato socialista a la presidencia del gobierno de la Nación, en detrimento de Joaquín Almunia, a la sazón secretario general del PSOE.

Pero esa experiencia y toda nuestra tradición no deben ocultar un hecho evidente: ha sido la supeditación del Partido a los intereses del presidente del gobierno los que nos ha alejado de la esencia socialista de nuestro proyecto y ha permitido casos de corrupción (muchos o pocos, da igual) inaceptables para la tradición ética del socialismo español.

Por ello, es deseable que no coincidan presidencia y secretaría general, de forma que el Partido sea el que controle al gobierno y no al contrario.

Desde esta óptica, lo importante es que Congreso y Primarias se celebren bajo el paradigma de la votación directa de los y las militantes, en el primer caso, y de militantes y simpatizantes, en el segundo caso.

Cualquier otra estrategia podrá beneficiar a un candidato u otro, a unos intereses u otros, pero no al conjunto del Partido ni al ideal socialista que con sus virtudes y sus defectos ha desarrollado el PSOE en sus 135 años de existencia.

martes, 20 de mayo de 2014

Abstención, divino tesoro

Recientemente, el presidente uruguayo José Múgica, respondía en una entrevista de televisión que la izquierda peca de infantil al confundir deseos con realidad. A dicha expresión, que comparto como al parecer comparten decena de miles de personas en nuestro país,  yo le añadiría alguna otra, como su actitud respecto a la abstención.

Cuando escucho o leo algunas opiniones a favor de la abstención desde posiciones de izquierda, que puede tener un sentido lógico dentro del campo del anarquismo, me recuerda a la actitud de ciertos niños que se niegan a comer pensando que con ello fastidian a sus padres, cuando el primer perjudicado es él mismo.

Pensar en la abstención como castigo y en la participación como premio a la clase política supone reconocer implícitamente que la cosa pública no es propiedad de la soberanía nacional sino de la dirigencia política, económica y social de la Nación. En esa posición, se establece un vínculo paradójico, donde la gestión pública es una mercadería más, como un kilo de naranjas, un pantalón o una casa, en la que el ciudadano renuncia a tal condición para transformarse en cliente.

Denunciando el clientelismo, el ciudadano paradójicamente acepta voluntariamente convertirse en un consumidor político, premiando con la compra del producto, esto es, votando, o castigando no adquiriéndolo, es decir, absteniéndose.

Desde que los seres humanos empezaron a interactuar en comunidades políticas se establecieron jerarquías que gobernaban lo comunitario. Pero después de decenas de miles de años, en los últimos cien, doscientos años, hemos sido capaces de obligar al poder a compartirlo, pasando de súbditos a ciudadanos.

En España, tras la irrupción del liberalismo, la lucha por el voto universal ha sido lenta y conflictiva: primero se consiguió el voto censitario, que sólo permitía votar a quienes detentaban propiedades y rentas; luego el voto masculino; y finalmente el voto femenino. Al poder siempre le ha interesado que el ejercicio del voto estuviera limitado, condicionado. Pero finalmente tuvieron que ceder ante el empuje de los procesos democratizadores impulsados desde la izquierda.

No deja de ser una infantilidad pensar que el poder se estremece y convulsiona con una baja participación. Al contrario, el poder se refuerza y consolida si el voto lo ejerce una pequeña fracción de la ciudadanía, previsible y conservadora de sus derechos de clase, ya sea del capital, ya sea de trabajadores con estabilidad e ingresos suficientes. A los únicos que conmociona la baja participación son las y los políticos que no consideran lo público como un patrimonio personal, que creen necesario que la gestión esté lo más compartida posible.

Porque la abstención no es un castigo a la dirigencia de una nación, es el castigo que se auto inflige la ciudadanía, renunciando a uno de los papeles más importantes que en la actualidad disponen las sociedades para impedir al poder la inevitable deriva totalitaria.

En un debate en twitter, alguien recordaba que en una pedanía de León gobierna el PP con una abstención del 97%, con sólo dos voto de los cinco emitidos, dos en blanco y uno nulo. ¿Y alguien se ha conmocionado por dicho hecho? ¿Qué problema supondría que en las elecciones municipales, autonómicas o generales, sólo participara un 10% ó 20% de votantes? Pues realmente no pasaría nada. Durante algún tiempo se hablaría, se especularía sobre el tema. Pero el gobierno elegido con dicha participación tendría toda la fuerza que la Constitución Española otorga al vencedor de unas elecciones.

Y si hay algún desgaste no será del poder, sino de la institución democrática, que inservible será objeto de desguace por lo poderes totalitarios del mercado y  la religión.
      
De ahí mi concepción del abstencionismo no anarquista como un niño mal criado que, enrabietado, no quiere comer y piensa que está fastidiando a sus padres, que observan consternados. Por al menos, ese niño crecerá y comprenderá que su comportamiento era absurdo. El abstencionista no sólo no se da cuenta sino que lo considera una muestra de inteligencia. Lamentablemente.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Ada

Ada Colau manifestó ayer la necesidad de salir de los espacios de coordinación, y dejarde ser la portavoz estatal de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en una carta llena de sentido común y con múltiples visos de sinceridad, en la que se ha sentido obligada a manifestar que no iba a fichar por ningún partido político.

Esta afirmación ha provocado una cascada de manifestaciones en distintos ámbitos (redes sociales, comentarios a noticias en webs de periódicos, etc) en la que ponen en solfa dicha afirmación, insinuando, o directamente criticando, que próximamente le veremos en algún partido político.

Aunque respete su decisión, yo personalmente creo que sería bueno para la democracia que Ada Colau se replanteara dicha negativa y que si le apetece, aceptase alguna de las propuestas que al parecer ya le han hecho llegar.

En las listas electorales deben estar los mejores, y Ada Colau ha demostrado una capacidad de trabajo y liderazgo que enriquece la democracia y, por lo tanto,  su participación favorecería la decencia de nuestra sociedad. 

Pero su decisión pone en evidencia las de aquellos ciudadanos que sí han optado en entrar en política, no por su valía, por su trabajo o su liderazgo, sino simplemente por ser la hermana, la esposa o el hijo de una víctima del terrorismo etarra.

Ciudadanos que sin otro mérito que ser “víctima de” han llegado al Parlamento Europeo y otras instancias públicas y son aplaudidos precisamente por aquellos que ahora ponen verde a Colau.
     
Mis más sinceras felicitaciones a Ada, por saber llegar, por saber estar, y por saber irse. Muchos deberían, o deberíamos, tomar nota.