sábado, 8 de marzo de 2014

Mi Verdad

Pocas cosas hay en la vida que me enerven más que la dichosa expresión mi verdad. Las primeras veces que la escuché fue en programas que llaman del corazón, pero para sorpresa y escándalo mío, he terminado leyéndola y escuchándola por todas partes, incluso en programas informativos.

Cierto que la expresión mi verdad es muy afortunada como estrategia de comunicación, ya que por un lado es tajante y da verosimilitud de una afirmación, y por otra evita la contradicción con cualquier otra versión de los hechos.

Porque realmente, cuando se dice mi verdad de lo que se trata es de una versión de los hechos, tan legítima o ilegítima como cualquier otra. Y que posiblemente unida a otras muchas versiones puedan ayudarnos a tener una idea cabal de la verdad.

Soy consciente que la verdad es inconmensurable, indescriptible. A lo más que podemos aspirar los seres humanos es a obtener una versión más o menos prolija, que aceptemos que se aproxima a una verdad siempre inaprensible, intuida.

Otra de las imbecilidades que se suelen escuchar es que la verdad judicial es la verdad verdadera. Muchos son los casos, y en este mismo blog he podido recoger algunos, que verdades judiciales han sido desmontadas meses, años después, por pruebas que demuestran que las mismas eran realmente una mentira judicial.

Acepto que la verdad judicial nos es fundamental a la hora de sobrevivir en este mundo. Una sentencia judicial que afirma como probados determinados hechos nos pueden ayudar a superar un dolor profundo, especialmente si se trata de la víctima. Pero argumentar que no se puede cuestionar esa verdad judicial es un desatino.

Ahora bien, cuestionar con argumentos una verdad judicial no significa que la verdad esté más cerca de mi versión que la de la propia sentencia. Y por eso hay que ser siempre prudentes en nuestras propias convicciones.

Eso no significa, evidentemente, que se deba renunciar a una convicción profunda por el simple hecho de que la mayoría sostenga otra versión, o porque exista una sentencia judicial que afirma otra cosa. Pero al mismo tiempo hay que tener la prudencia de evitar imponer mi versión, mi verdad, sobre los demás, sobre todo cuando esa convicción se transforma en delirio místico. Como la de los revisionistas sobre el totalitarismo franquista, los defensores del vínculo transatlántico o la existencia del ser humano desde el mismo momento de la fecundación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario