viernes, 27 de abril de 2012

Porqué las políticas del PP son radicales

El PP no tiene un Programa Electoral oculto, simplemente no existe.

La debacle económica de la primera década del siglo XXI ha tenido entre otros efectos el producir tal nivel de interferencias emocionales en los discursos políticos que hechos fundamentales han pasado desapercibido al conjunto de la sociedad y a gran parte de su dirigencia política, social, intelectual y económica.

En España, la dinámica errática provocada a partir de mayo de 2009 por el gobierno de Rodríguez Zapatero provocó tal confusión que hábilmente aprovechada en línea con la teoría del shock permitió que en el momento de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, el PP pudiera presentarse sin un programa electoral y tan sólo necesitara de simples declaraciones generales articulada sobre el ambiguo término de reformas, que le permitían prometer una cosa y la contraria.

Con gran estupor, medios de comunicación, analistas políticos, intelectuales universitarios, pero sobre todo la ciudadanía, contemplan ahora como el PP ha emprendido un programa radical de reformas que aprovechando una mayoría absoluta amplísima le permite soslayar todos los controles democráticos.

El PP ejecuta el programa de máximos neoliberal.

Es cierto que el Partido Popular se presentó a las elecciones generales de 2011 sin un programa electoral propio, tal y como lo hemos entendido hasta el momento en España. Es decir, un conjunto de propuestas fruto del debate de las distintas sensibilidades existentes en su seno y con un consenso más o menos asumido por todas las partes.

Pero no es menos cierto que el PP tiene un conjunto de medidas que han puesto en marcha de forma inmediata una vez tomado posesión del gobierno de la Nación. Ese conjunto de acciones, justificadas como reformas, es el proyecto de máximos neoliberal, elaborado exclusivamente por economistas.

Hasta la fecha, ese proyecto de máximos sólo se había aplicado en toda su extensión en Chile tras el golpe de estado militar protagonizado por el general Pinochet. Es decir, la única vez que el programa de máximos se ha aplicado en toda su extensión fue en un contexto dictatorial, ya que Ronald Reagan y Margaret Thatcher solo pudieron ejecutarlo parcialmente y con gran dificultad.

Las condiciones políticas de España son perfectas para su aplicación: una sociedad en estado de shock y una amplísima mayoría política en las Cortes Generales, que le permite configurar a su gusto la mayoría de los órganos de control del Estado como el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, entre otros, la práctica totalidad de Comunidades Autónomas y casi el 100% de las grandes ciudades de la Nación.

El mayor problema del proyecto de máximos neoliberal es que su concepción exclusivamente economicista choca contra la realidad social y científica, como ya estamos viendo con las medidas radicales impuestas en materia de empleo, sanidad, educación, lo que lo convierte en un modelo ineficiente, inestable e insostenible, condiciones que convierten todos los proyectos políticos en inviables.

El proyecto de máximos neoliberal es incompatible con la democracia: Proyecto totalitario.

En esencia, el proyecto de máximos neoliberal es incompatible con la democracia, ya que se trata de un proyecto totalitario que pretende conformar un modelo de sociedad sin debate que por otra parte sabe perdido. Su ideólogo principal, el economista norteamericano Milton Friedman, sabía de lo impopular de sus propuestas por lo que recomendaba su aplicación total e inmediata, mientras duraba el estado de shock de la sociedad porque luego sería demasiado tarde.

El programa de máximos neoliberal persigue una sociedad desestatalizada, donde los mecanismos institucionales de control son sustituidos por órganos económicos no sujetos a control político. Una sociedad donde los agentes privados económicos gestionen sin ningún tipo de regulación democrática el conjunto de intereses sociales.

Hasta tal punto es totalitario el proyecto de máximos neoliberal, que busca la eliminación de lo que Milton Friedman denominaba “triángulo de acero”, lo que en términos constitucionales españoles se traduce en el Estado Democrático y Social de Derecho.

Como no puede eliminarse la democracia formal se opta por vaciarla de contenido.

Al ser conscientes que en un entorno democrático dichas políticas serán difícilmente aplicables, pero asumiendo la imposibilidad de plantear golpes de estado tipo chileno en países del primer mundo, el neoliberalismo optó por vaciar de poder real las instancias de extracción democrática mediante la delegación de sus poderes en organismos de regulación independientes de los órganos de extracción democrática, parlamentos y gobiernos.

Así, bajo el argumento de sustraer de la confrontación partidaria determinadas políticas, se promovieron órganos profesionalizados en el ámbito financiero y de mercados regulados, que rápidamente fueron confiados a expertos neoliberales, los cuales crearon las condiciones adecuadas para dar los siguientes pasos. Uno fundamental fue la de otorgar independencia a los bancos centrales, hasta el punto que habría que preguntarse si el proyecto Euro no era en sí mismo la piedra angular del actual tsunami neoliberal.

El neoliberalismo ha asumido y adaptado la dialéctica marxista: el conflicto, desde la realidad histórica a la virtud económica.

La transformación radical del PP desde un posicionamiento ideológico tardofranquista hasta su integración plena en la corriente mundial del neoliberalismo se consumó durante el segundo mandato de Aznar. Por ello, comparadas con las actuales políticas del PP, las de 1996-2004 parece casi moderadas.

Este cambio, que quedó ahogado por las bombas del 11M, impidió su visualización a nivel de gobierno pero no a nivel de propuestas, y que fueron recogidas una a una en los documentos de FAES, el think tank utilizado por el movimiento neoliberal para extender sus postulados por los países hispanoparlante.

Uno de los principios más llamativos del neoliberalismo ha sido la asunción de postulados marxistas hasta el punto de hacer suya la dialéctica marxista. Es decir, el neoliberalismo ha asumido la realidad no desde una óptica estática de corte religioso, étnico o cultural, sino sometida al devenir y la historia y donde el estado natural es el conflicto entre clases antagónicas de poseedores y desposeídos.

En principio, el neoliberalismo, de corte darwiniano, asume que para el fortalecimiento social es necesario mantener el conflicto, por lo que rechaza cualquier política de apaciguamiento, ya sea social (Estado de Bienestar) o político.

A partir de esta premisa, el neoliberalismo, al contrario del liberalismo histórico, no pretende crear mediante la ley un marco estable de libertad donde el individuo actúe desde la certeza y la seguridad jurídica, sino eliminar el marco de consenso social que imposibilite la reconstrucción del Estado del Bienestar, que restringe la libertad de movimiento de las fuerzas económicas, y a la postre sume a las sociedades en una apatía autodestructiva.

Podemos ejemplificar esta política entre un “ellos”, la sociedad trabajadora democrática, y un “nosotros”, los poseedores del capital, cuyo conflicto es inevitable, y por lo que hay que asegurarse que en el momento de la lucha las fuerzas estén debidamente desequilibradas.

El ajuste como excusa, y la reforma como estrategia.

Las circunstancias han permitido que el brazo ejecutor del neoliberalismo en España, disponga de las condiciones óptimas para la implementación de la estrategia del neoliberalismo y la aplicación real del programa de máximos.

Para ello cuentan con la inestimable, pero laboriosamente construida, complicidad del Banco Central Europeo que ajeno al control democrático puede mantener un discurso de ajuste que avalan las medidas del gobierno del señor Rajoy.

El “mantra” para vestir ese ajuste son las reformas estructurales, es decir, el cambio radical del Estado y sus instituciones, vaciándolas de poder real mediante la privatización de sus servicios, la delegación del control en organismos privados y autónomos respecto al poder político democrático, a la vez que se impide el consenso como resolución del conflicto y se endure las leyes penales que permitan el control del inevitable descontento social.

jueves, 26 de abril de 2012

La confusión de Ortega y Gasset. Apuntes para una historia familiar.

Un día, hace años, descubrí un texto del filósofo José Ortega y Gasset que decía: “A este respecto, perdónenme un recuerdo personal. Tenía yo diecisiete años cuando por primera vez hice una excursión tierra adentro de España, cosa entonces sobremanera insólita. No iba solo; me llevaba un hombre admirable, de excelente condición, el primero que ha andado toda la Península, paso a paso, cuando nadie lo hacía entonces, que era artista y crítico de arte, pero cuyo verdadero valor consistía en su vida. Y como la vida tiene esa misma elegancia de ser fungible, es decir, que desaparece conforme va siendo, el valor de la vida de Francisco Alcántara no puede ser percibido ni reconocido por las nuevas generaciones. Por eso me creo obligado a recordar su vida. Fuimos los dos a la comarca rayana entre Guadalajara y Segovia, en esa tierra de pinares donde se desgranan, como un rosario roto, una serie de pueblos de nombres encantadores: Gálvez, Villacadimia, Los Condemios, Campisábalos... En Campisábalos tenía Alcántara un gran amigo, el boticario. Este boticario parecía predestinado a su oficio por su apellido: se llamaba Morterero. En efecto, los Mortereros, de padres a hijos, regentaban la botica de Campisábalos desde el siglo XVII. Por eso, el establecimiento presentaba el aspecto de una farmacia de comienzos del siglo XVIII. Allí estaba las paredes cubiertas con tarros de Talavera, y del mejor tiempo, que es el final del siglo XVII. En sus lomos se veían, junto a los adornos azules, letras también azules que decían los nombres latinos y españoles de la vieja farmacopea: aceite de almendras dulces, en uno; acero de Madrid, en otro; la uña de la gran bestia… En un rincón estaba un pequeño anaquel lleno de menudos botecillos que contenían venenos. El anaquel estaba cerrado con una puerta de vidrio donde había pintado un ojo, el famoso ojo del vigilante del boticario. Pero lo que más me impresionó fue ver en el centro, como gobernando aquella democracia de remedios, un gran tarro de Talavera en cuya panza leí por primera vez en mi vida `Triaca máxima´.”

Se trataba de un fragmento de una de las conferencias, doce en total, que Ortega ofreció en el curso inaugural del Instituto de Humanidades (1948/1949) titulado “Sobre una nueva interpretación de la Historia Universal. Exposición y examen de la obra de A. Toynbee, A Study of History”, que encontré traducido en diversos idiomas (alemán, inglés, francés) porque al parecer, y sin que encuentre una explicación lógica, se trata de un fragmento que los profesores de castellano utilizan para sus clases.

Aquel texto llamó mucho mi interés al ser una de las pocas referencias que encontré en aquel momento del apellido familiar. Año después, y tras consultas aquí y allí, he podido aclarar dicha historia, que no deja en buen lugar la memoria del filósofo.

El viaje al que hace referencia José Ortega y Gasset lo realizó en el verano de1899, junto al periodista Francisco Alcántara, que trabajaba para el diario El Imparcial, fundado por Eduardo Gasset Artime y dirigido a finales del siglo XIX por su yerno José Ortega Munilla, padre del filósofo. Y efectivamente Alcántara conocía y era amigo del boticario Morterero, pero no en Campisábalo como recordaría Ortega 48 años después, sino en Imón.

Era Silvestre Morterero y Baquero, natural de dicha localidad y licenciado en farmacia por la Universidad Central en 1868. Tras finalizar sus estudios adquirió la botica que en su localidad natal había poseído el farmacéutico Juan Tova Cabrera, y de la que fue titular hasta su fallecimiento en 1914.

Alcántara conocía Imón antes de visitarla junto el jovencísimo Ortega. De hecho, en la edición de El Imparcial del 8 de abril de 1899, se publicó un artículo suyo, que decía “partimos para Imón, donde dedicamos un recuerdo al malogrado pintor Juan Baquero, y pudimos admirar en la farmacia del Sr. Morterero el botamen de riquísima loza española del siglo XVI en perfecto estado de conservación.”

El viaje que Ortega recordaría casi como iniciático, fue ese mismo verano de 1899, tal y como recogió la edición del 13 de agosto de aquel año el semanario “Flores y Abejas” de Guadalajara: “El ilustrado redactor de El Imparcial don Francisco Alcántara veranea actualmente en Imón y el mes de Septiembre lo pasará en Atienza”.

Pero Silvestre Morterero y Baquero, primo hermano de mi bisabuelo Benito Morterero de Agustín, no era descendiente de un largo linaje de boticarios. A Ortega sus recuerdos le jugaron una mala pasada, ya que el padre de Silvestre, Toribio Morterero y Cano, natural de Valdearenas, descendía de una familia de la baja nobleza agraria de la provincia de Guadalajara, con propiedades en las Tierras y Común de Hita y Atienza, así como en Peñafiel, provincia de Valladolid.

Hoy en día, la botica de Imón que visitara Ortega se ha convertido en hotel rural, y de su señero botamen no se tienen noticias.

lunes, 23 de abril de 2012

Mercados versus Mercados

Lo primero que hay que aceptar es que, al menos en España, la derecha neoliberal mediática y económica vienen propagando su ideario como apóstoles de una nueva religión desde hace décadas. Con paciencia neocatecumenal han ido construyendo un discurso narrativo para justificar a posteriori el proyecto de máximos que estableció Milton Friedman: excepto el ejército, la magistratura y algunas carreteras, todo es susceptible de privatización, es decir de intermediación con beneficios privados.

Una de esos discursos se basa en la bondad de los mercados como entes auto-regulatorios, que asignan los recursos de la forma más eficaz y sostenible, y cual suave lluvia van empapando de riqueza y bienestar la pirámide social, desde su cúspide hasta su base. Pero como todo en el neoliberalismo “friedmano” se trata de una teoría no sólo voluntarista sino que reiteradamente se ha mostrado falsa, sólo manteniendo su vigencia en la interesada reiteración de sus apóstoles.

Bien es cierto que los mercados, como el agua, son parte esencial de la cultura humana. Pero como el agua, los mercados provocan vergeles, y desiertos, permite la vida y extiende la muerte. Por ello, por esa multiplicidad de realidades, los economistas se inventaron el mercado perfecto, como modelo sobre el que proyectar sus fantasías intelectuales. Pero resulta que algunos vieron su utilidad para justificar sus intereses desnaturalizando su origen puramente académico, proyectándolo en el mundo real.

Los mercados de competencia perfecta, ese estadio donde ninguno de los actores interviene con privilegios, es tan utópico como el paraíso mahometano de huríes voluptuosas y manantiales de leche y miel, o el comunismo de Pol Pot de una Camboya ruralizada en la pureza antiburguesa. La realidad es que los mercados son espacios de intercambio sometidos a todas las fuerzas asimétricas posibles, donde siempre hay un matón que mete miedo y asegura un equilibrio inestable.

Otras de las falacias que los apóstoles del neoliberalismo “friedmano” han propagado por todo el orbe es que los mercados se pueden auto-regular. En absoluto. La consecuencia natural de los mercados autorregulados, es decir desregularizado de facto, son las burbujas que explotan dejando la desolación a su paso.
Siguiendo con el símil del agua, canalizada, controlada, dirigida, crea riqueza, bienestar. Procura alimento para los seres humanos, higiene y belleza. Pero como el agua que se sale de madre, del cauce del río, trae destrucción, arrasa con todo, provoca muerte, y finalmente deja un desierto.

Los mercados son útiles para las sociedades humanas cuando están controlados. Y en democracia, debe ser el Estado nacional, o el Estado supranacional, Unión Europea en nuestro caso, quien lo haga, quien con normas, controles, tribunales y sanciones, mantenga dentro de los límites a cualquier espacio de intercambio de riquezas.

Por ello, para salir de esta crisis no vale para nade tirar del manual de los apóstoles del neoliberalismo “friedmano”. Es más, usar esas “recetas” es el camino seguro al desastre. Hay que volver a la regulación de los mercados, al control estatal, a la eliminación de los entes auto-regulatorios, a la promoción de gestores públicos sin intereses en los mercados mediante una nueva clase política y de altos funcionarios orgullosos de serlos y lo más incólumes posibles a las tentaciones económicas y honoríficas de los actores económicos. Hay que recuperar los poderes delegados en órganos no democráticos, como los bancos nacionales "independientes", las comisiones de valores, de telecomunicaciones, etc.

Sólo con más Estado, sólo con más Europa, sólo con más Administración Pública, podremos salir de esta crisis a la que nos han llevado los que ahora, “biblia” en mano, pretenden vendernos esas mismas políticas para salir de la crisis.

viernes, 20 de abril de 2012

Los 40.000 asesinatos del PP

A pesar de lo que pueda afirmarse, casi nadie piensa realmente que el aborto sea un asesinato, ni siquiera la Iglesia Católica. Si lo creyese realmente, el bautismo no se dejaría para después del parto, sino que se produciría en el momento más próximo al de la concepción. Esto es, al momento en el que la unión de un espermatozoide y un óvulo da paso a un embrión. De lo contrario, la Iglesia Católica sería cómplice de que millones de almas pre-católicas pululen inconsolables por el espacio ignoto del limbo.

Como yo tampoco lo creo, como no creo que el aborto sea un asesinato, nada puedo y nada debo reprochar al gobierno Rajoy ni a la amplísima mayoría absoluta de diputadas y diputados del PP, que con su inacción siguen permitiendo que desde que se formó el actual gobierno de la Nación, en España se hayan practicado alrededor de 40.000 abortos.

Pero si yo creyese que el aborto es un asesinato, me espantaría tener la certeza moral que la sangre de 40.000 seres inocentes manchan las manos del gobierno de la Nación por no eliminar el aborto en España por Real Decreto-Ley; si realmente creyera que el aborto significa sacrificar a un ser humano, no podría consolarme de haber votado a parte de los 186 diputadas y diputados (muchos de ellos católicos de comunión semanal) que con su preocupación en cosas banales (el medicamentazo, la contra-reforma laboral, etc.) toleran que el gobierno que sostienen siga permitiendo que cada día, cada hora, cada minuto, un ser humano inocente caiga bajo la cruel y asesina espátula de un médico (o médica) desalmado.

Pero me quedo tranquilo: como realmente nadie lo cree, ni siquiera las decenas de miles de católicos que se manifestaron a favor de la vida en Madrid durante los gobiernos de ZP, que el aborto sea un asesinato, nadie podrá acusar al PP de asesinos.

¿O sí?

jueves, 19 de abril de 2012

La Fe Neoliberal: Respuesta a Rafael Salgueiro


Estimado señor Salgueiro,


Aunque con retraso, por razones profesionales, familiares y personales que no vienen al caso, paso a responder al amable comentario que realizó vd. a mi post titulad “El totalitarismo de la "chusma" friedmana o neoliberal”, publicado en este blog el pasado día 18 de febrero de 2012.

Al igual que vd., agradezco mucho las lecturas de los post de mi blog así como las críticas razonadas conducentes a promover el debate de ideas, y por ello agradezco enormemente el esfuerzo que supone su respuesta.

Antes de pasar a considerar sus argumentos, me gustaría realizar una consideración general sobre Milton Friedman y sus seguidores, en los que le incluyo sobre todo por no refutarlo en su respuesta a mi anterior post.

Cuando leo y escucho los argumentos que se esgrimen en defensa del Estado “friedmano” y sus principios económicos no puedo evitar asociarlos a los que utilizaba el Régimen de Pol Pot en defensa de su sociedad utópica. Parecía que espantados en el siglo XX de los regímenes totalitarios, y en su concepto el Estado “friedmano” lo es, conocidos los efectos terribles del estalinismo, el maoísmo, el nazismo, el franquismo, etc., nadie en su sano juicio volvería a promocionar un “ideal” totalitario cuya consecución debe alzarse sobre la eliminación de cualquier estructura anterior. En el caso del Estado “friedmano” la estructura a demoler es el Estado de Bienestar.

Si para Saloth Sar (Pol Pot “el suave”), fue el exterminio de la civilización para alcanzar su “ideal”, para el Estado “friedmano” es el exterminio del triángulo de acero para llegar hasta él. De hecho, y una vez aceptada la concepción dialéctica defendida por Marx, la teoría “friedmana” viene a ser un ultra-marxismo deshumanizado, donde el objetivo final no es un mundo utópico de seres humanos, sino un mundo utópico de principios económicos.

Una muestra de ello es que el “programa de máximos” del Estado “friedmano”, el famoso “ladrillo” chileno, se intenta aplicar “urbe et orbi”, sobre cualquier tipo de sociedad, sobre cualquier tipo de economía. Es una “biblia” que se encuentra más allá de discusión. Como el “Libro Rojo” de Mao, el “ladrillo” friedmano es esgrimido para exigir la sumisión a cualquier población del mundo, da igual que sea en España, Bostwana, Chile, Polonia, Nepal o Bután, prometiéndonos un maravilloso paraíso que nadie ha visto y que nadie ha conseguido.

Enlazando mi consideración general con sus argumentos, considero que los éxitos chilenos y chinos a los que vd. hace referencia, ya lo consiguieron otros en el pasado: un sistema con una minoría cada vez más rica, y una mayoría cada vez más pobre. ¿No aumentó el PIB la revolución industrial?, ¿no lo hizo el colonialismo?, ¿no aumentó brutalmente el PIB y la renta per cápita la Rusia de Lenin?

¿Es acaso el crecimiento del PIB y la renta per cápita el único elemento del que puede presumir el Estado “friedmano”? Pero es que aunque pobres, ni siquiera las políticas “friedmanas” consiguieron dichos éxitos aplicadas en países como Argentina (de la mano de la dictadura militar, sea dicho de paso, y no menos de 8.000 asesinados según ha reconocido recientemente uno de sus generales). Claro que en estos casos, al no alcanzar el mínimo necesario para “pasearlo” por el mundo, estas experiencias fallidas se convierten en los hijos bastardos nunca reconocidos por el “friedmanismo”.

Estimado señor Salgueiro, para el conjunto de la sociedad la utilidad de un Estado es que promueva unos niveles de vida digna para el conjunto de la población. Y ahí es donde se produce la quiebra totalitaria del Estado “friedmano”, porque para Milton Friedman en el sistema económico la calidad de vida de los ciudadanos de un Estado es secundario e incluso irrelevante, siempre que las magnitudes macroeconómicas dibujen el bello cuadro de su ideal paranoico.

¿Qué puede hacer un partido socialista o socialdemócrata contra un proyecto totalitario? Si se definiese como “nazi” y promoviera la pureza racial, todos sabríamos como contestarlo. Pero ¿y si oculta su programa de máximos incluso a sus seguidores, lo llama “reformas” durante la campaña electoral, y se define “reformista, liberal y centrista”?

Al igual que cayó el Estado Zarista y el Estado Estalinista, el Estado “friedmano” caerá cuando acumule las suficientes tensiones sociales e ineficiencias económicas propias de todos los estados totalitarios. ¿Y como se enfrenta un partido socialista a un Estado “friedmano” impuesto por una dictadura militar como en Chile? ¿Agudizando las contradicciones y las tensiones para aumentar la fatiga del material y provocar su ruptura violenta? ¿Intentar evitar los mayores perjuicios del Estado “friedmano” entre los que menos tienen aunque con ello se mantenga el propio sistema? Se trata, sin duda, de la gran cuestión que debate la izquierda desde los socialistas “utópicos” de principios del siglo XIX.

Se “sorprende” que me “alarme” ante la mención del Triángulo de Acero, pero me ha entendido mal. No me “alarma”, me ayuda a descubrir las verdaderas intenciones que se ocultan tras el término “reformas”. A estas alturas tengo claro que el PP, promotor del Estado “friedmano” en España, abomina del Triángulo de Acero. Pero a lo que vd. no responde es a mi afirmación sobre que si el Triángulo de Acero es lo que en términos constitucionales se denomina “Estado Democrático y Social de Derecho”, defender la eliminación del Triángulo de Acero es directamente rechazar la Constitución Española de 1978 como espacio de convivencia de todos y todas las españolas.

Si quitamos de la Constitución el sistema parlamentario de partidos, las organizaciones sindicales y empresariales, la negociación colectiva, el derecho a huelga… ¿Qué nos queda del Pacto Constitucional? ¿La monarquía, la libertad de empresa, el derecho a la propiedad privada y a la libertad de empresa? Pues va a ser que no. Si se elimina la mitad de la Constitución, decidamos que la Constitución ya no es ese espacio de convivencia, y demos el siguiente paso. Pero dígase.

Su denostación de los Acuerdos de Concertación es consecuencia natural de su visión economicista “friedmana” del Estado. ¿Cree vd. que si para evitar una guerra con millones de muertos alguien plantea una “concertación” que evite la tragedia alguien honesto objetaría que dicho acuerdo es un “equilibrio de Nash (sí, el de la película) en el cual los agentes no pueden desarrollar ninguna estrategia que conduzca a mejorar su posición relativa”? Ahora bien, señor Salgueiro, si vd. lo que propone es suministrar la gasolina para que otros pongan la cerilla, hablamos de otra cosa. Si por “estrategias” que conduzcan a mejorar la posición relativa de algunos de los firmantes del pacto significa el todo vale, posiblemente convierta Andalucía en un escenario más cómodo emocional e intelectualmente, incluso para mí, aunque mucho más peligrosa para bienes y personas.

De ahí calificar de “deshumanizado” al Estado “friedmano” porque reduce la sociedad a variables matemáticas y económicas, a juegos y estrategias de “rol”. Esa deshumanización tiene un mucho de sicópata, donde se excluye ex profeso la empatía con el que sufre, y justifica el fin a cualquier medio, como se vio en Chile, Argentina y ahora en China.

Su referencia a la dialéctica marxista toma en este sentido un cariz siniestro. Lo que era una consecuencia, la lucha de clases, se convierte en el objetivo, la lucha de la clases, pero esta vez en vez de la lucha de la clase desposeida contra la clase poseedora, pasaremos de manos de Milton Friedman a la lucha de la clase  poseedora para subyugar a la clase desposeída mientras sea necesaria, y eliminarla cuando ya no lo sea.

Sobre su pregunta sobre el resultado de todos estos años de construcción del socialismo en Andalucía, es engañosa en un extremo, ya que en Andalucía no se ha pretendido “construir” el socialismo, sino tan solo “gestionar” desde principios socialistas un Estado cuyas reglas de juego no socialista habían sido pactadas en la Constitución de 1978.

Su afirmación sobre que “la renta per cápita andaluza es hoy la misma, 75% del promedio nacional aproximadamente, que lo fue a primeros de los 80” deberíamos aceptarla también en su sentido contrario, esto es, que el socialismo no ha supuesto un menor avance que en otras Comunidades Autonómicas gobernadas por liberales-conservadores como Madrid, Comunidad Valenciana y Cataluña. Si hemos avanzado al mismo ritmo, puede ser señal que el problema es la aceptación del marco intocable de los mercados como espacios autoorganizados para la asignación de recursos, y no el gobierno de tal o cual Partido.

Pero si bajamos a la calidad de vida de la población, los niveles entre Andalucía y el resto de Comunidades sí se han acercado. Es decir, ha habido más convergencia social que económica, que a la postre es lo que le interesa al ciudadano.

Ahora bien, acepto que la concertación en Andalucía ha tenido fallos clamorosos, como que las asociaciones empresariales hayan disfrutado de la mitad justa de la “tarta” pero sobre todo al servir a determinados dirigentes de la CEA para crear una red clientelar entre la clase empresarial. Pero me temo que su crítica no vaya en esa dirección.

Para finalizar, señalarle que efectivamente la muy conocida frase "Socialista a fuer de liberal" es de Indalecio Prieto, y en mayúsculas la utilizo como subtítulo del blog. En minúscula va la cita de Pablo Iglesias, “Quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo”, quien sabía que la democracia “burguesa” termina pervertida para servir a los intereses ilegítimos del capital, ahora mercados, pero nunca propuso una dictadura del proletariado sino la democracia del proletariado, en la que inevitablemente se subsumiría la clase burguesa, pero democracia al fin y al cabo. Posición mucho más liberal que la que defendería la CEDA años más tarde, exactamente en 1936.

Atentamente,

Pablo Morterero