sábado, 26 de junio de 2010

Orgullo sin orgullo

Otra vez estamos en junio, e inevitablemente en diferentes ciudades del mundo, entre ellas Sevilla, se organiza el show llamado Orgullo, el Gay Pride anglosajón. ¿Show? Si, naturalmente. No es tendenciosidad, es reiteración de un posicionamiento que vengo defendiendo desde hace años.
Si preguntas a cualquier heterosexual (sobre todas chicas) que hayan participado en un “Orgullo” lo primero que te dirán es que se lo han pasado muy bien, que se han divertido mucho.
¿Divertirse? Si realmente el llamado “Orgullo” fuese un acto reivindicativo (y no la hipermercantilización de una discriminación) nadie emplearía el término “divertido”.
¿Quién se imagina a un obrero de la Revolución de Octubre diciendo que se habían divertido mucho asaltando el Palacio de Invierno? O a un sans-culottes de la Revolución Francesa afirmando ¡uy, que bien nos lo hemos pasado quemando medio Paris! O a un soldado republicano en la batalla del Ebro decir ¡ostia, que divertido! Y por supuesto, nadie, tras observar el primer suicidio reivindicativo feminista, el de Emily Davidson en Epson, podría afirmar ¡que bien me lo he pasado! Ninguna lucha es divertida. Y hacerla divertida a fuerza de disfrazarla, ridiculizarla y parodiarla, en el supuesto de tratarse de una verdadera reivindicación, es una estrategia de banalización que únicamente sirve a la discriminación.
Pero muchos y muchas somos conscientes que bajo el Orgullo lo que se esconde es un lucrativo negocio que expande sus tentáculos a prohombres del movimiento gay, gayempresarios (muchos de ellos heteros, of course) y políticos necesitados de impulsar la industria turística.
El “Orgullo” es un acto exclusivamente comercial, carnavalesco, que sirve a la postre para justificar tanto la ausencia de políticas de igualdad en materia GLBT y el constante coqueteo de una parte la izquierda con la Iglesia Católica, como para justificar a la derecha más reaccionaria sus prejuicios y homofobia. Y todo ello permitiendo a unos cuantos hacer caja.
¡Esto sí que es divertido, oiga!

viernes, 18 de junio de 2010

Espadas, el austero

Más allá de haber leído su nombre en algunas noticias y en el BOJA y visto su retrato en algún periódico, mi desconocimiento sobre el compañero Juan Espadas (Sevilla, 1966) era absoluto hasta hace un par de meses. Tras su elección como candidato a la alcaldía de Sevilla para las próximas elecciones municipales en mayo de 2011, me comenzaron a llegar, de personas de mi confianza, algunas opiniones elogiosa sobre su figura.
Como militante del Partido Socialista tiendo a rechazar a los candidatos chistera, esos que el sanedrín del partido suele elegir, aterrizan como paracaidistas y generalmente terminan con un fracaso sonoro. Por eso llegué entre espectante y reticente a la charla que el compañero Juan Espada ofreció en la Agrupación Local de San Jerónimo el pasado día 17 de junio de 2010.
Y debo reconocer que la impresión que me ha causado el compañero ha superado mis espectativas. Sabiendo que las personas somos como los melones (solo abriéndolos sabemos si son dulces o pepinos) hasta que el compañero Espadas no comience a ejercer tanto de candidato como de alcalde, si así lo queremos los y las sevillanas, solo podemos hablar de impresiones y me atrevo a calificar la mía de positiva.
Juan Espadas reconoce lo complicado de presentar un nuevo proyecto a las y los ciudadanos sevillanos, tras venirse gobernando desde 1999 y en medio de una profunda crisis económica, social y psicológica que puede llevar a un voto de castigo. Pero apuntó algunas reflexiones con las que no sólo estoy de acuerdo sino que además muestra a un candidato que sabe a lo que se enfrenta.
En un momento de su intervención reconoció que en el próximo mandato no se darán las circunstancia para apostar por los grandes proyectos que permite a un alcalde pasar a la posteridad, señalando, a continuación, que está dispuesto a liderar la corporación municipal en dicho escenario. También reconoció que es el momento de apostar por rentabilizar al máximo los recursos disponibles, incluyendo la reforma administrativa del ayuntamiento.
Toda su intervención transpiraba una apuesta por la política a pie de calle, donde menos es más, y la necesidad virtud. Tras vivir la sociedad española una década por encima de sus posibilidades, Juan Espadas parece dispuesto a gestionar la escasez con imaginación, trabajo y optimización de los recursos públicos. Espadas, el austero. Y ese candidato sí me gusta.