viernes, 5 de marzo de 2010

La dictadura neoliberal

Llevo algún tiempo alertando del incorrecto uso del término “liberal” que vienen haciendo los hijos intelectuales de los think tank republicanos norteamericanos desde finales de los años sesenta. Incorrecto porque “descuartizan” a la criatura para escoger solo una parte de ella: usan la parte y lo nombran como el todo en un ejercicio de claro cinismo. Sabiendo como sabían los conservadores la mala fama que su ideología trasmitía, se retitularon con un adjetivo mucho más amable e incluso decente.
Los conservadores de hoy, la derecha de toda la vida, siempre han despreciado al individuo, han sospechado de él. La persona les ha dado miedo, y por eso se han dotado de herramientas coercitivas que asegurara su control, bien controlando sus emociones y pensamiento con la religión, bien controlando sus actos con el ejército y la policía.
El liberalismo antepone la persona al sistema, los derechos de las personas a los derechos del sistema. Éste y no otro fue el “padre” de los derechos humanos y las libertades cívicas, aunque ahora algunos “iluminados” quieren declarar padre putativo al judeocristianismo. Hoy sabemos que un liberalismo económico llevado a su última expresión puede ser un desastre de proporciones mundiales. En cambio sabemos también que un liberalismo moral llevado a su última expresión es la mayor muestra de dignidad de la humanidad.
Un venerado liberal como Ralf Dahrendorf ya advertía que si el capitalismo se convertía en una dictadura, esto es, una fuerza dominante (DRAE) lucharía contra él con el mismo empeño que luchó contra el comunismo soviético. Si atendemos a los discursos de los supuestos liberales españoles agrupados entorno a partidos como el PP, a medios de comunicación como el Grupo INTERECONOMÍA o LIBERTAD DIGITAL, e “intelectuales” como César Vidal, observamos que rechazan de plano las consecuencias sociales de la democracia y la libertad moral del individuo, y en cambio realizan una encarnizada defensa del mercado, que aunque pudiera pensarse otra cosa, no es un individuo sino un sistema. El mercado es a la economía lo que el partido único a la política: un sistema cerrado y excluyente que asfixia la libertad individual de la persona.
Por ello, cuando desde cualquier tribuna se clama por la identidad cristiana europea, se ataca el derecho de contraer matrimonio a dos personas del mismo sexo o contra el aborto, se señala que no se cree en la libertad del individuo a tomar las mejores decisiones para uno mismo, es decir, contra el concepto liberal de autonomía personal.
Igualmente, cuando desde cualquier tribuna se clama a favor del mercado, sus intereses, sus dinámicas y sus mecanismos, se intenta someter a la persona a un sistema que le es ajeno y que no controla.
Porque aunque nadie lo dice, los “neoliberales” de hoy, lo que defienden realmente es una nueva “dictadura” del pensamiento único. Como Stalin, vamos.

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