sábado, 20 de febrero de 2010

Aznar, el Grande

Sostiene mi docto maestro, que José María Aznar debió sufrir mucho en la escuela. Su baja estatura, su voz aflautada, ese labio paralizado, le convertiría en el aznarreír, digo hazmerreir de los chavales de su colegio. Y su natural carácter no le ayudaría precisamente: osco, callado, rencoroso. No sé si mi docto maestro tiene o no razón. Pero lo cierto es que el Aznar adulto, el que nos gobernó durante ocho años, y el que nos divierte de vez en cuando desde 2004, se proyecta sobre nosotros como le niño Aznar imaginado por mi docto maestro: soberbio pero ridículo, pretencioso pero ignorante, déspota pero emocionalmente débil.
Si el Aznar adulto poco tenía de bueno para el conjunto de la nación, tenía todo lo necesario para sus partidarios. Como Hitler y Franco, es bajito y tiene bigote; como Hitler y Franco, contra todo pronóstico fue capaz de organizar a los suyos en un eficaz aparato político; como Hitler y Franco, no ha sabido irse a tiempo.
Podemos imaginar que José María Aznar se soñó como un Alejandro, como un Julio Cesar. Su gran obra, la llegada democrática, por segunda vez en un siglo, de la derecha española al gobierno de la Nación, se culminaría con un mutis por el foro a lo grande: no volviéndose a presentar a un tercer mandato. Sobre el papel, el gesto era espectacular. Un soberbio que en un acto soberbio despreciaba soberbiamente al poder y cual Carolus Imperator se retiraría a su Yuste particular, la Fundación FAES. Pero, como ya adelantó Shakespeare, somos un triste juguete del destino. Y los hados no habían preparado a José María Aznar la despedida triunfal que esperaba. En vez de trompetas tonantes le despidieron el ruido de las explosiones de Atocha; en vez de una alfombra roja, empañó su despedida la roja sangre inocente de 191 víctimas del terrorismo de Al Qaeda.
Si el destino ha sido injusto con José María Aznar solo se sabrá dentro de cien años, cuando plumas menos implicadas emocionalmente en nuestro presente reescriban los años que nos ha tocado vivir. Pero lo cierto es que el 11-M a José María Aznar, y con él a los diez millones de los votantes del PP, las explosiones de aquel día le produjeron un verdadero trastorno por estrés postraumático (TEPT).
¿Qué significa el TEPT en la vida de una persona? Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, las personas que lo han sufrido pueden padecer, entre otras, incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma, sensación de desapego o enajenación frente a los demás, irritabilidad, sobresaltos y sensación de un futuro desolador, pesimismo. Algunos de estos síntomas lo podemos observar entre el electorado del PP. Leyendo los foros de muchas de sus webs y de periódicos como EL MUNDO o EXPANSION, viéndolos manifestarse por cualquier cosa, aunque sea peregrina, o escuchándoles en sus conversaciones, un número significativo de votantes del Partido Popular muestran una gran irritabilidad, solo exponen los pensamientos más pesimistas (España se rompe, España se hunde), y piensan que los socialistas les odian y quieren acabar con ellos.
José María Aznar comparte muchos de estos síntomas. Rotas por las bombas sus aspiraciones de retiro glorioso, se embarcó en una cruzada contra el mundo. Con un tono muy irritable ataca y descalifica a su sucesor en el gobierno de la Nación. Y cual jinete del Apocalipsis va anunciando el fin del mundo por think tank, universidades y tabloides.
El gesto en la Universidad de Oviedo en una señal más, y sus palabras también. Es cosa de los tiempos, que yo personalmente deploro, que los ciudadanos convertidos en populacho increpen de forma maleducada ya sea a un político, a un detenido o a otro ciudadano que ha tenido la desfachatez de expresar su libre opinión. Pero muchos políticos de nuestro país lo han sufrido (¿ya no recuerdan las agresiones físicas de simpatizantes del PP al señor Bono durante una manifestación?) y todos tuvieron la educación, la prudencia o la astucia de contenerse sin dar una respuesta airada. Pero José María Aznar ya no puede contenerse. Su ira, su irritabilidad, su soberbia se lo impide.
Ya tenemos cuatro ex presidentes del gobierno, esos “jarrones chinos” de los que hablaba uno de ellos, y sólo a José María Aznar le hemos escuchado despotricar cual portera de patio de vecinos, tanto dentro como fuera del país, sobre su sucesor.
Posiblemente Azar se soñó como el Grande. Lamentablemente quedará para la historia como el mezquino resentido que siempre fue.

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