jueves, 2 de julio de 2009

Generación Gay

Jugando con la moda informática de calificar cada generación de un producto de su ordinario punto cero, se me ocurrió una forma bastante gráfica de explicar la evolución de la homosexualidad en nuestro país en los últimos treinta años. Y para evitar críticas furibundas, aclarar antes de nada, que las afirmaciones que realice debes tomarla, amable lector(a) en su generalidad, y nunca de forma categórica e incluso algunas veces provocadoras. También explicar que usaré el adjetivo “gay” como genérico de homosexual, incluyendo a la masculina y femenina, como se usa en determinados ambientes en favor de una mayor agilidad del texto, no por considerarlo lo más correcto.

La generación Gay 1.0, sería la crecida en plena posguerra, machacada por la dictadura más cruel de la historia de Europa, con millones de muertos, exiliados y represaliados. Son gays que sufrieron violencia física, emocional y social, alentada por una desalmada iglesia católica, incomprendidos a la vez que incomprensibles para ellos mismos. En Andalucía emigraron a Madrid, Barcelona o a Europa, o sobrevivieron como encaladores, modistos, etc. Conocidos como “la juana”, “la fernanda”, etc. y perseguidos por las fuerzas de orden público, encontraron en los resquicios de la sociedad “normalizada” espacios donde conocerse y reconocerse: la iglesia, las hermandades, la marina. Se tratan, sin duda, de los grandes olvidados de la lucha por la normalización social del hecho homosexual, bisexual y transexual en nuestro país.

Por su parte, la generación Gay 2.0 sería la que asumió su homosexualidad entorno a los años ochenta y noventa, más conectados con el exterior y que asumieron su orientación sexual de forma más combativa. Importaron de Estados Unidos y Europa sus estrategias asociativas y empresariales, y sufrieron como pocas el impacto del SIDA. Comienzan a no aceptar el espacio marginal que la sociedad les ha asignado, reformulando dichos espacios; no aceptan pasivamente los insultos, sino que los convierten en instrumentos de liberación; no aceptan las etiquetas impuestas y se inventan y autoasignan otras muchas. Son también los Gay 2.0 son los que importan un concepto, el orgullo, que si de por sí es una inadecuada traducción literal del inglés “pride”, el uso que propios y extraños hacen de él genera una gran confusión.

Después de muchos debates y de “bichear” por bitácoras y foros he llegado a la conclusión de que cuando un gay dice que se siente orgulloso de ser gay, lo que realmente quiere decir de forma abreviada es que se siente orgulloso de haber alcanzado la meta de vivirse como gay. Son, por lo tanto, gays que han asumido su orientación sexual de forma conflictiva por razones objetivas y/o subjetivas, y que una vez que lo han hecho no están dispuestos a que por acción u omisión se les vuelta a meter en el armario. Pero al simplificar la expresión, estoy orgulloso de ser gay, provoca incomprensión y rechazo por parte de muchos gays: ¿como estar orgulloso de algo que te viene dado, como el color del pelo o el de los ojos?.

Por último, en esta primera década del siglo XXI, comienzan a aparecer la generación Gay 3.0. Son gays que por razones objetivas y/o subjetivas no han asumido de forma conflictiva su orientación social. Se tratan de gays que en su ámbito familiar y social aceptan con normalidad la diversidad de la orientación sexual, unas veces como éxito pedagógico de las anteriores generaciones, otras simplemente porque, al no sentirse ellos mismos como bichos raros, han planteado su orientación sexual con una normalidad que provoca una respuesta natural.

Lo cierto es que en su conjunto, los Gays 1.0, 2.0 y 3.0 se miran con desconfianza. Sus propias experiencias vitales les lleva a no comprender la actitud de los demás. ¿Como acepta un Gay 1.0 que las mismas armas que les han machacado y de las que se han protegido con el silencio y la opacidad sean utilizadas con descaro y pública exhibición por los Gay 2.0? ¿O como demonios van a aceptar los Gay 2.0 a los Gay 3.0 que afirmen que ser gay no es más complicado que ser bético, cuando ellos mismos no se reconocen en el histrionismo liberador de la generación anterior?.

La mejor medicina para este síndrome es el respeto: aceptar que cada persona evoluciona a partir de sus experiencias personales y colectivas; asumir que no es posible estandarizar las emociones; y comprender que el futuro está en la diversidad y no en la falsa homogenización de nuestros afectos en patrones impuestos por heteros o gays, sea cuales sea su generación.

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